CONTRACRÓNICA
El saqueo de los vikingos
Javier Pérez Andújar
Escritor.
JAVIER PÉREZ ANDÚJAR
Fèlix Millet compareció este miércoles en su ya habitual silla que, como al Profesor X, le erige en jefe de la banda, y atendió a las preguntas del fiscal Emilio Sánchez Ulled con las orejas tapadas por los cascos de la traducción simultanea. Pero no los llevaba porque no entendiera, sino porque no oye bien. Cerca de dos horas duró su declaración ante el fiscal. Sánchez Ulled le preguntaba por todo y mandaba proyectar documentos del Palau ante el tribunal.
Millet contemplaba la pantalla colgante con media sonrisa e iba comentando que era la primera vez que veía todo eso, o que no recordaba haberlo visto antes, excepto cuando podía colocárselo a los tesoreros de Convergència, el fallecido Carles Torrent y Daniel Osàcar, que presenciaba el juicio abandonado y apartado en el banquillo de los acusados. Nadie, ninguno de los suyos, ha tenido el gesto de mostrarse junto a él. Tampoco ningún otro acusado se ha sentado a su lado. Parecía arrojado solitario al foso de los leones como el Daniel del Antiguo Testamento. El mismo personaje bíblico que fue llamado por el rey de Babilonia para que interpretase un sueño que le había perturbado: se le aparecía un gigante con los pies de barro.
A Millet solo le temblaron las manos durante la vista cuando pronunció la palabra Ferrovial, y entonces se agarró al micrófono. Pero había venido dispuesto a sacrificar su mano derecha, y así responsabilizó siempre que pudo a su viejo compinche Jordi Montull, exdirector administrativo del Palau. También explicó que había celebrado las bodas de sus hijas en el Palau con el fin publicitar la institución, para que la gente supiera que se podían hacer bodas en el recinto, y en varias ocasiones dejó caer que por eso había invitado casi a más miembros del Palau que de la familia.
"OTRO ERROR, OTRO ERROR, OTRO ERROR..."
Asimismo reconoció que pagó con dinero del Palau la campaña electoral del alcalde de CDC de L'Ametlla del Vallès, que es donde reside. Pero como en ningún asunto daba detalles de ninguna clase, el fiscal exclamó: “Usted se quedaba el dinero y ya está, no entra en los detalles...”. Para justificarse, Millet alegó: “Yo cobraba de muchos sitios”, y el fiscal observó: “Ya me he dado cuenta”. Luego le mostraron su agenda y afirmó que sí, que era la letra de su secretaria, pero que él no estaba al corriente de lo anotado, lo que llevó al fiscal a preguntar: “Señor Millet, pero ¿las notas de su secretaria se las dictaba usted o enloquecía ella por la mañana y empezaba a anotar todo esto?”.
No cesó Millet en toda su intervención de pedir disculpas y de murmurar como un mantra: “Otro error, otro error, otro error...”. Al preguntarle si en las irregularidades había participado alguien de CDC por encima de los tesoreros, contestaba: “Supongo que sí, pero no lo sé”. Cuando llegó el turno de su defensa, Millet dijo que Mariona Carulla, la actual presidenta del Palau, estaba al corriente de estos asuntos.
Compareció a continuación Gemma Montull, exdirectora financiera del Palau, y con ella acabaría la sesión. A la hija de Jordi Montull se le saltaban las lágrimas cada vez que inculpaba a su padre, pero lo pactado es lo pactado. Lo dijo San Pablo en una epístola a los romanos: “Con el corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”. Lo repitió varias veces: “El señor Millet lo controlaba todo, absolutamente todo, y tenía su mano derecha, que era mi padre”.
EL 'PENDRIVE' Y LOS PET SHOP BOYS
Algo ella sabía, pero aseguró que se había enterado mal y tarde, porque ni le dejaban preguntar ni se atrevía a hacerlo. Cuando el fiscal reclamó la pieza de convicción número 5, una funcionaria trajo un sobre y lo abrió con unas tijeras. ¿Qué había dentro? Un sobre más pequeño. ¿Y dentro de ese otro sobre? El pendrive que Gemma Montull había intentado ocultar en vano cuando, en 2009, ese mismo fiscal, Sánchez Ulled, se presentó con los Mossos en el Palau para efectuar el registro.
Proyectaron en las pantallas el contenido de una carpeta llamada 'P'. ¿Y qué había dentro de esa carpeta? Un archivo llamado 'Los Vikingos' donde se justificaban unos movimientos de fondos a los que Hacienda había puesto pegas, y otro archivo de audio con los grandes éxitos de los Pet Shop Boys. Hubo un tiempo en que todo era coser y cantar.
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