TERREMOTO EN LAS FILAS MORADAS

La crisis emocional de Podemos

Iglesias y Errejón se abrazan tras el primer discurso del líder en el Congreso.

Iglesias y Errejón se abrazan tras el primer discurso del líder en el Congreso. / periodico

IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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Resulta imposible comprender la profundidad de la grieta abierta en PodemosPodemos sin admitir una dimensión emotiva que es inherente al partido desde su nacimiento y que hace especialmente dolorosa una crisis que va más allá de la lógica política y atraviesa los afectos. 

Si Pablo Iglesias e Íñigo Errejón están tan afligidos por la pugna, es porque trasciende la esfera ideológica. La disputa no sólo pone en riesgo a Podemos en el delicado momento de las negociaciones, sino que les deja, ante todo, una amarga sensación de traición personal y de desamparo. 

Personas próximas a ambos admiten que están profundamente dolidos. El entorno de Iglesias reconoce que tras el enfado late una tristeza

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profunda por descubrir lo que se entiende como “deslealtad” de Errejón, al que acusan de haber construido una estructura de partido que le fuera afín y a tejer sus redes de poder internas con la colaboración del destituido Sergio Pascual Sergio Pascual y a espaldas del líder. Afean al número dos haber dedicado en los últimos meses más esfuerzos a colocar a dirigentes que le son próximos en lugares clave que a afrontar retos como la campaña del 20-D en la que, sostienen, estuvo “desaparecido”. Le admiran intelectualmente y ponen en valor su amistad con Iglesias, pero defienden la decisión del secretario general. No podía tolerar un complot en su contra. 

Comprender a los errejonistas es algo más complejo. En contra de lo que parece haberse instalado en la opinión pública, no detestan a Pablo Iglesias, es más, siguen reclamando su nombre y su liderazgo. Le admiran y sienten, en realidad, un cierto abandono. Dicen que bajo la rudeza que le impone una timidez enfermiza habita un ser cálido. Incluso, pese a achacarle falta de habilidad social, lo ven más “humano”, frente a un Errejón que -convienen- es más “frío y calculador”. 

ALMA COMUNISTA

Su malestar no va contra Iglesias, sino contra el equipo del que se ha rodeado. Los dirigentes próximos a Errejón señalan a su jefa de

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gabinete, Irene Montero; al secretario de relaciones con la sociedad civil, Rafa Mayoral y al responsable de actividades internas de la secretaría general, Juan Manuel del Olmo. Les acusan de haber aislado al secretario general del corazón de su partido y haberlo escorado hacia lógicas del Partido Comunista, cuando Podemos nació con un alma transversal. “Son los que alientan los discursos de la cal viva y los exabruptos”, opinan, y no esconden un cierto desdén.

El equipo de Iglesias está impactado por las críticas y porque creen que los errejonistas están tratando de imponer el relato según el cual el líder sería un “estalinista” frente a un número dos ejemplo de la moderación y la responsabilidad. Se defienden. Aseguran que si Iglesias decidió blindarse con colaboradores propios es porque Errejón había extendido su poder en áreas claves del partido y tenía departamentos enteros colonizados con personal que no operaba exclusivamente para beneficiar a Podemos, sino en una lógica interna para favorecer tambien al secretario político. Ante ese contexto de creciente desconfianza, señalan, Iglesias decide protegerse y tener a sus propios portavoces frente a los de Errejón. 

Al número dos le arropan los intelectuales de referencia del partido y dirigentes que están en Podemos desde el principio, ahora distribuidos entre el ayuntamiento de Madrid -como la portavoz Rita Maestre-, la Asamblea y la sede. El responsable de relaciones internacionales, Pablo Bustinduy, la secretaria de coordinación ejecutiva, Àngela Ballester, y cargos del consejo ciudadano estatal como Clara Serra Sarah Bienzobas son algunos de sus apoyos. 

El tercer sector con presencia son los miembros de Izquierda Anticapitalista, capitaneados por la andaluza Teresa Rodríguez Pablo Echenique. Y finalmente hay posiciones intermedias que basculan a un lado u otro, como Carolina Bescansa, cofundadora del partido.

EL CORAZÓN

La crudeza de la batalla ha dejado en estado de shock no solo a los dos protagonistas sino al corazón de Podemos. Las decenas de dirigentes que construyeron el partido sienten un desaliento y un hastío que les afecta en lo personal. Para ellos Podemos va mucho más allá de una formación política. A diferencia de lo que ocurre en otras formaciones, viven a través de su marca. Les otorga una identidad y les aporta una estructura de amparo. 

Al principio, sonreían al ver a Iglesias llamar en broma a su número dos "judío" -por su cuidado extremo con no gastar- o burlarse porque iba en un Wolkswagen Golf a la universidad cuando la mayoría se apiñaban en el metro. Sonreían cuando Errejón se desesperaba y le pedía a Iglesias que se quitara el piercing -lo cual hizo- y dejase de comprar camisas 'imposibles' en determinados centros comerciales. Esa magia ahora se ha roto y se miran de reojo, con desconfianza. Algunos se plantean dar carpetazo y salir. 

EL FRENTE CATALÁN

Si Echenique es su apuesta para restablecer la paz a nivel estatal, Iglesias ha propuesto a Raimundo Viejo ser el hombre que recupere 

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el consenso perdido en Catalunya. El diputado en el Congreso ha presentado este sábado un manifiesto en el que propone iniciar un debate sobre el futuro de Podem y plantea una dirección colegiada para la organización catalana, dirigida por una gestora desde la dimisión en octubre de Gemma Ubasart. "Es una forma de evitar un fraccionamiento interno, porque la propia estructura que tenemos actualmente a lo que lleva es a unas dinámicas políticas en las que no se consolida la organización y se generan unas competiciones internas que no son productivas ni útiles para la propia organización", ha explicado Viejo. Huyendo de confrontaciones, ha tendido la mano a Albano Dante Fachin, diputado en el Parlament y el único que ha postulado al cargo. Aunque en la candidatura de Fachin la figura de Viejo despierta simpatías, de momento descartan un acuerdo que evite que haya más de un candidato en las primarias.