Así se fraguó la decisión de Mas

El entorno del 'president' y las reuniones el viernes de madrugada fueron claves

Artur Mas, en su último discurso como 'president' de la Generalitat ante el Consell Nacional de CDC. 

Artur Mas, en su último discurso como 'president' de la Generalitat ante el Consell Nacional de CDC.  / ell

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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La decisión final de Artur Mas, la más trascendente de su carrera política y también esencial en el camino del soberanismo, tiene componentes políticos, personales, relacionados con su entorno cercano, propuestas y sugerencias en el seno de Junts pel Sí y un trabajo de orfebrería la noche del viernes y la mañana del sábado, del que eran ajenos algunos colaboradores directos del líder convergente en Palau y que tampoco ERC conocía al detalle.

BELIGERANCIA HASTA EL ÚLTIMO MINUTO

De entrada, para que la operación resultara creíble y el precio a pagar por la CUP fuera elevadísimo, Mas tenía que aparecer hasta el último minuto como un hombre decidido a no irse, a convocar elecciones y a fiar la suerte del proceso a su reelección. Lo hizo con tal vehemencia que todos, absolutamente todos, incluidos sus socios en ERC y el conjunto del mundo mediático estaba convencido de que no cedería.

Pero existía desde hace semanas un razonamiento que de tan lógico parecía increíble que no fuera asumido: para CDC y para Mas, ir a elecciones significaba una derrota segura o, en el mejor de los casos, una imposible gobernabilidad. Lo sabían en Palau. Y lo que es más importante, a Mas le llegaron estos mensajes. El jueves fue un dia decisivo: por la mañana en el Parlament, miembros de su propio grupo de Junts pel Sí, no directamente convergentes, le dijeron a puerta cerrada al ‘president’ que hiciera una reflexión. Por si no quedaba claro, Antoni Castellà tomó la palabra para pedirles que fueran explícitos y dijeran que le estaban pidiendo a la cara al hombre que tenían enfrente que diera un paso atrás.

Y tras el breve pleno parlamentario para escoger senadores, la diputada y exsocialista Magda Casamitjana acorraló literalmente a Mas ante su escaño en el hemiciclo. Y junto a Lluís Guinó y…el mismo Carles Puigdemont, le argumentó a Mas que pensara en que las elecciones de marzo no las ganaría, que Junts pel Sí era una ocasión histórica y que pensara en él mismo. Mas tomó nota y por la tarde hizo llegar un mensaje a Casamitjana agradeciéndole la sinceridad.

Añádase a estos mensajes que personas muy cercanas a Mas como el secretario del Govern, Jordi Baiget, entre otros, también era conscientes de que quedaban pocas salidas alternativas al ‘president’. Otros, como Jordi Vilajoana, desconoció hasta el sábado la decisión definitiva de Mas.

LA CONFECCIÓN DEL PACTO

Una vez tejido lo más difícil (los mimbres políticos y personales para que el líder asumiera la situación) tocó poner el pacto por escrito. Como en otras ocasiones, cuando peor parecían estar las cosas, se trabajó en el acuerdo. El viernes, cuando en el partido ya se estaba empezando a hablar de cómo enfocar la campaña electoral (incluso se diseñaban jefes de campaña, estructura, contenidos...), Mas ya expuso en alguna reunión la decisión, o la opción. Y a las diez de la noche del viernes, dos horas después de que la última reunión conocida, auspiciada por la CUP acabara sin acuerdo respecto a las dos propuestas sobre la mesa (elección del ‘president’ por primarias tres meses más tarde de la investidura de un primer 'president', o mediante una asamblea de cargos electos), acabara sin acuerdo alguno y con caras largas.

La cita nocturna duró dos horas y ahí, según confiesa CDC, fueron ya los hombres de Mas los que pusieron definitivamente a la CUP sobre la mesa el acuerdo basado en la renuncia mutua. El principio de acuerdo se cerró a medianoche. Y el sábado por la mañana llegaron los textos de la CUP a Palau, a las diez, contestadoS por el ‘president’ con enmiendas para encarecer el sacrificio que Mas exigía a cambio a los 'cupaires' y que, como se ha visto, no han sido menores.

Quedaba solo oficializar el acuerdo, sobre el que ERC ha estado en todo momento en segunda fila de la cocina decisoria. A lo sumo, los republicanos ofrecieron desde el lunes un terreno de juego de exigencia mutua a ambos para forzar una negociación que parecía imposible tras el 'no' de la CUP de la semana pasada.

Todo fue tan rápido que el propio Carles Puigdemont, estaba el sábado almorzando el menú habitual en su lugar habitual. Recibió la llamada, llegó a Palau a las cuatro menos cuarto y en menos de una hora dijo sí y aceptó.

RENOVACIÓN EN CDC

El nombre de Puigdemont es parte de la jugada, que tiene en la renovación total de CDC otra de sus caras. Mas deja fuera de las quinielas, de momento, a los nombres que asomaban ya la cabeza (Gordó, Turull, Rull…) y sitúa a un hombre totalmente alejado del pujolismo, independentista de pura cepa e ideológicamente situado en espacios templados y con capacidad de diálogo. Todo, reservándose siempre la carta de volver a ser candidato y dejando muy claro que él es quien pilotará la refundación convergente e incluso la proyección exterior del proceso si se lo piden. Todo para difuminar una decisión costosísima, la de dejar la presidencia. Solo menos costosa que tenerla que dejar tras una probable derrota en marzo, o lo que sería peor, una victoria en marzo que no le permitiera seguir gobernando.