JUBILADOS
"Suspenso a los políticos"
Los jubilados son un colectivo objetivo del discurso del miedo, y un sector en el que la desafección está muy enraizada. Del mismo diagnóstico surgen soluciones opuestas
Digámoslo desde el principio: hemos sentado alrededor de una mesa a dos jubilados, uno muy partidario del 'sí' y otro igual de convencido del 'no', y ninguno de los dos teme por su pensión. Uno (Santos Franco, 64 años, originario de Lorca, en Murcia, prejubilado desde hace 12 años y jubilado desde principios de agosto) porque está convencido de que en la Catalunya independiente las pensiones no correrían peligro porque "hay más prosperidad, menos paro y por tanto más cotizantes que en el resto de España. La jubilación la pagan los cotizantes, no es una bolsa que contiene tus ahorros". El otro (Matías Mingo, 66 años, originario de Pozorrubio de Santiago, en Cuenca, "casado con una catalana y con dos hijos") porque no cree "que vaya a producirse la independencia de Catalunya". En ninguno de los dos, por tanto, ha calado uno de los ejemplos de libro del discurso del miedo de estas elecciones, aquel que dice desde las filas del 'no' que con la independencia los jubilados no tienen la pensión asegurada, aquel que sostiene desde el bando del 'sí' que lo que en realidad pone en riesgo la paga de los jubilados, y todo el Estado del bienestar, es continuar vinculados a la España de la solidaridad que es "expolio", la que "roba" a Catalunya, la que está incapacitada para abordar el tren de la modernidad, la que está enfangada en un sistema de corrupción, así, con eñe.
CATALÁN Y CHARNEGO
El rechazo al discurso del miedo sobre sus pensiones no es lo único que tienen en común Santos y Matías. "Me horrorizaba cuando iba al pueblo y me llamaban 'catalán' y en cambio cuando estaba en Catalunya me llamaban 'charnego'", dice Matías mientras Santos asiente. Con una precisión que impresiona, Matías cuenta que llegó a Barcelona "el 20 de septiembre de 1964", a los 15 años, dejando en Cuenca a su familia, dedicada a la agricultura. En Catalunya, Matías trabajó "de todo: mecánico, electricista, me saqué el graduado escolar...". Su principal trabajo, y el más duradero, fue como jefe de personal de una empresa. A Santos, a los seis años, lo llevó su padre a Reus cuando decidió instalarse allí a finales de la década de los 50 y abrir una sede del negocio familiar de mayoristas de aves. Santos y Matías son, por tanto, portadores de alguno de esos apellidos de 'els altres catalans' a los que se ha hecho referencia en la campaña de forma más bien desafortunada.
Algo más en común: los dos han tenido que explicar en muchas ocasiones qué sucede en Catalunya a amigos y parientes del resto de España. "La imagen que se da de Catalunya en los medios es muy distorsionada, así que cuando les hablo de los impuestos, los peajes o las infraestructuras, flipan", dice Santos. "Les digo que no tienen que preocuparse, que aquí no pasa nada especial por mucho que digan en la tele, que nunca me he sentido extranjero ni creo que vaya a sentirme".
LAS PRIORIDADES
No solo en la mala prensa de Catalunya coinciden Santos y Matías: también están de acuerdo en que sanidad y educación deben ser "prioritarias". "Llevo tres años esperando a que me operen de la cadera, los políticos deben tener claro qué es lo que urge", dice Matías. Santos reconoce sin tapujos "el deterioro de la sanidad y la educación a causa de los recortes" del Govern de Artur Mas pero matiza: "Para tener una buena educación hay que tener dinero, y Catalunya está estrangulada financieramente".
Incluso a la hora de diagnosticar el principal problema del país los dos señalan hacia los mismos: "suspenso general a todos los políticos", dice Santos, que añade: "Hay un gran hartazgo y cansancio con los políticos en la ciudadanía, nos sentimos muy decepcionados. Pero tras el
27-S todo cambiará, las circunstancias ya no serán las mismas, porque este es un proceso impulsado por la sociedad civil". "Todo el mundo está a favor de vivir mejor, como dicen Mas y Junqueras. Pero no me fío de ellos, he ido a votar muchas veces en mi vida y los políticos no han cumplido jamás lo que decían", acusa Matías.
Y aquí, tras coincidir en tantas cosas en el diagnóstico de la situación política y en su situación personal, es donde Santos y Matías se bifurcan, como tantos y tantos otros en la sociedad catalana: Santos hacia el 'sí' porque "el trato que ha dado España a Catalunya en lo económico, lo cultural y lo identitario es intolerable. No hay nada en contra ni de España ni de los españoles, quiero la independencia para vivir mejor, para poder tomar las decisiones aquí sin que haya que tomar continuamente el puente aéreo hasta Madrid". Matías gira hacia el 'no' porque no cree "que mañana una Catalunya independiente vaya a ser mejor. ¿Dónde está escrito? ¿Quién lo dice?". Allí donde Santos dice que votará pensando en que Catalunya, "más que la locomotora, es el burro que tira del carro porque es a quien peor se trata", Matías afirma que en su oposición al sí hay una parte de motivos culturales e identitarios. Y pide a esos políticos de los que desconfía, aquí y allí, "diálogo".
Santos ya no cree en el diálogo. "Aznar me hizo independentista", afirma, y añade: "Para que haya diálogo dos tienen que hablar. Y de Madrid solo llegan amenazas". "Solo espero -concluye Matías- que el nuevo presidente trabaje para los 7,5 millones de catalanes, no solo para los dos que hacen la'V' el 11-S".
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