EL PROCESO

Corriente continua

La provisión de energía en Catalunya es impensable sin una conexión en red europea

Operarios de mantenimiento en una torre de transporte de energía eléctrica, en Vallmoll (Alt Camp).

Operarios de mantenimiento en una torre de transporte de energía eléctrica, en Vallmoll (Alt Camp).

EL PERIÓDICO / BARCELONA

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Un acto solemne como la proclamación de independencia en un país aficionado a los gestos nostálgicos (Macià, Companys, Tarradellas...) requiere un balcón y una buena retransmisión televisiva, pero antes alguien debería asegurarse de que el fluido eléctrico está garantizado. Esta es una descripción habitual que introduce el socioecólogo Ramon Folch cuando describe las tareas previas para una posible independencia de Catalunya (www.estatuir.cat). Garantizar la continuidad energética es elemental, y nadie puede concebir, también en este apartado, cualquier otra opción que la del pacto con España, y por extensión con la Unión Europea. En cuestión de electricidad, el ámbito de mercado es el europeo, y Catalunya forma parte de él íntegramente.

Ya se sabe que la electricidad responde al principio delfet i menjat, producida y consumida en el acto. No se puede almacenar. Catalunya, considerada aisladamente (pura teoría), tiene instalada potencia eléctrica suficiente para atender a su demanda. En una cuarta parte, por cierto, de origen nuclear. No existe en Catalunya ningún centro logístico desde donde gobernar el tráfico de electricidad, en la doble opción posible: por qué orden se da entrada a fuentes energéticas (nuclear, renovables, térmicas) y con qué vecinos se establece la doble circulación de oferta-demanda según necesidades. Para hacerse una idea, esta función la cumple actualmente para todo el Estado la compañía Red Eléctrica Española (REE), con la central de gobierno (dispatching) en Alcobendas (Madrid), que procesa 170.000 datos cada cuatro segundos.

La hipótesis de la independencia ha de incluir no solo el acuerdo con las empresas proveedoras (en Endesa manda Enel, de la que el Estado italiano tiene el 31%) sino también la creación de una autoridad de control energético, además de la gestión con técnicos preparados. Y como la voluntad es de ser complacientes con la autoridad energética europea y su regla de máxima conectividad continental, que España hoy no cumple, obligará a revisar actitudes como la oposición a las líneas de muy alta tensión, la MAT.

Además de dar todos los pasos necesarios, con negociaciones previsiblemente tensas y en diversos frentes, para acceder al control de la generación eléctrica en Catalunya, la futura política energética catalana, no solo la corriente, tendrá otro punto de partida incontestable: la absoluta dependencia de las importaciones de recursos energéticos. En cifras totales, un 97% del consumo energético de Catalunya depende de las importaciones, básicamente carburantes.

Esta realidad obligaría a definir de inmediato una nueva política energética basada en criterios de eficiencia, en sintonía con las directrices europeas. Los antecedentes de capacidad de gestión propia de recursos energéticos tienen un balance dispar. En electricidad, Catalunya ha perdido progresivamente su capacidad de influencia en el sector. En cambio, la aportación de Gas Natural-Fenosa en la definición del nuevo modelo energético es uno de los avales positivos posibles.