CRISIS SANITARIA INTERNACIONAL

Coronavirus, enredados en la incertidumbre y el miedo

Un joven vende mascarillas por la calle en Teherán (Irán), ayer

Un joven vende mascarillas por la calle en Teherán (Irán), ayer / periodico

Antoni Plasència

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"Predecir es difícil, especialmente el futuro", decía el físico danés Niels Bohr. La incapacidad de predecir la evolución de la epidemia por el coronavirus covid-19 ha llevado a la suspensión del Mobile World Congress de Barcelona. Ello muestra que la evidencia científica y los esfuerzos de comunicación de expertos y autoridades son cada vez más insuficientes para una gestión efectiva del riesgo. Resulta paradójico que un sector puntero como el de la telefonía móvil haya preferido quedarse en casa, cuando nunca antes tanta gente dispuso de tanta información y en tiempo real sobre una epidemia, y después de que las autoridades del país más directamente afectado, China, hayan tomado las medidas de salud pública más drásticas de los últimos cien años. El resultado es una epidemia global de desconfianza, el preludio del miedo y quizá del conflicto abierto.

Entender lo que está sucediendo requiere dejar de lado la visión reduccionista centrada en la relación lineal entre mensaje y respuesta y adoptar una visión sistémica basada en redes y conexiones, mucho más adecuada para el análisis de la complejidad global. Científicos como László Barabási-Albert y Réka Albert introdujeron hace poco más de 20 años el concepto de que "el rico se hace más rico", una analogía para explicar el crecimiento de las redes en que el más popular o influyente establece un número de conexiones mayor, amplificando así su reconocimiento e influencia. 

¿Cómo se traslada este paradigma de la sociedad conectada a la dinámica de la respuesta global ante la epidemia por el covid-19? Ricard Solé, director del Laboratorio de Sistemas Complejos de la Universitat Pompeu Fabra, en su libro 'Redes complejas' (2009), describe la propagación de virus y epidemias desde el análisis de los sistemas complejos. Particularmente relevante es su observación de que la manera de atajar la transmisión no es la lucha contra el virus, sino la desactivación de los nodos con mayor número de conexiones. En otras palabras, debemos identificar y proteger a los nodos más activos y conectados si queremos proteger al conjunto del sistema. 

Agente altamente transmisible

Las noticias de la evolución de la epidemia, el nuevo conocimiento científico, las respuestas de los responsables políticos y de los sistemas de salud, el posicionamiento de los múltiples agentes económicos y sociales, y muchos otros factores históricos y culturales, se comportan como elementos de un sistema a la vez complejo y frágil. En él, la incertidumbre y la desconfianza se convierten juntas en un agente altamente transmisible, propagándose a gran velocidad por los innumerables nodos que lo componen.

La única manera de frenar su diseminación es reforzando la capacidad de neutralizar los nodos más influyentes, aquellos que tienen más conexiones. Su caracterización exhaustiva a partir del 'big data' y del análisis de los contenidos y actores en la comunicación global sería una iniciativa muy útil para identificar dónde podría ser más decisivo inocular elementos que generen seguridad y confianza, impidiendo así la transmisión de la incertidumbre y del miedo. Ello tiene claras implicaciones para el análisis de los modelos de gobernanza en las crisis globales, incluyendo el caso de China.

Virus, epidemias y pandemias están aquí para quedarse y seguirán forjando la evolución humana. Únicamente con nuestra inteligencia colectiva y el valor de la cooperación, la transparencia y la solidaridad entre los países podremos entender mejor nuestra interdependencia y responder de manera efectiva.