ideas

El amor en las fajas de los libros

zentauroepp45501229 icult181017190520

zentauroepp45501229 icult181017190520

Miqui Otero

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Te quiero más que todo lo que pueda decir la faja promocional de un libro, dijo él. No te creo, contestó ella. 

Entendemos la suspicacia en este diálogo inventado. Muchos de los 'blurbs', esas frases que se pueden leer en las tiras de papel satinado que abrazan las novedades editoriales, oscilan entre la declaración de un amante adolescente algo piripi de vino y la retórica José Luis Moreno en una gala de fin de año en la Atlántida. Si algún día se siente algo encapotado, pasee por una librería imaginando que esos 'blurbs' van dirigidos a usted: iluminador, revelador, apasionante, duro pero tierno, seco si bien dulce, hilarante, certero. Si diéramos total credibilidad a este subgénero, los autores serían animales mitológicos más improbables que el hipogrifo: un perfecto cruce entre Foster Wallace Garcilaso de la VegaRabelais robándole el ramen a Murakami, un pasional maridaje entre Cormac McCarthy y Marwan.

Hace unos días Llucia Ramis exponía en una cena que a menudo las expectativas generadas por los editores y las fajas jugaban en contra de autores que, a pesar de tener cierto talento, no satisfacían las expectativas. “Está más o menos bien. Se deja leer”, propuse yo como posible frase de faja, con el sarcasmo torpe de quien oculta, por supuesto, no solo que en la segunda edición de mi última novela toda la contracubierta estaba tapizada de 'blurbs', sino que cada uno de ellos me produjo un orgasmo cerebral ASMR.

Muchos de los 'blurbs' oscilan entre la declaración de un amante adolescente piripi y la retórica de José Luis Moreno en una gala de fin de año

Se suele decir que los escritores son los que miraban a los que jugaban en el patio escolar. Que necesitamos cariño porque somos tan egomaníacos como inseguros. Que por eso googleeamos nuestro nombre como quien practica gimnasia sueca. Es célebre el caso de Gary Shteyngart, un autor tronchante (un adjetivo muy 'blurb'), neoyorquino y de origen ruso, que factura una narrativa judía cómica hilarante (otro). Es el rey del 'blurb' y durante un tiempo los recopiló en la web 'The collected blurbs of Gary Shteyngart'. Le pedían tantos que hace un tiempo dijo en una carta a 'The New Yorker' que debía frenar. Quizás en el hecho de que sus memorias infantiles se titulen 'Pequeño fracaso', y que fuera perseguido en el cole yanqui (era la época en que Rocky luchaba contra Iván Drago) por ruso y por judío, y que en su infancia escribiera relatos sobre Lenin a lomos de ocas voladoras para ganarse el cariño de su abuela bolchevique, haya una explicación para que sea tan generoso y entienda tan bien el mecanismo generador de oxitocinas del 'blurb'.

Es cierto que Balzac dijo aquello de “hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”, pero es que Balzac bebía 24 tazas de café al día y escribió 'Las ilusiones perdidas'. También es verdad que en la faja de la última novela de Franzen solo salía su apellido en mayúsculas de tamaño para miopes: FRANZEN, que es algo así como cuando el agente 007 se autopresenta con su “Mi nombre es Bond. James Bond”. Imagino el diálogo con su editora: “Jonathan, querido, necesitamos que nos digas algún autor que te haya influido”; “Lo tengo: FRANZEN”. O que, sin ir más lejos, el ganador del Planeta defendió hace unas horas su propia novela con modestia de Kanye West: “Incluye una apasionante y trepidante historia de amor”.

Pero aceptar el piropo literario de otro es humano y que el editor lo emplee, comprensible: es complicado presentarse en una librería compitiendo contra silenciosas ediciones de Austral (que son como ese famoso que no necesita que lo ayuden, cuya timidez se interpreta como genialidad) y flúor youtuber (quién quiere fajas cuando posee un canal). Lo mismo podría pasar con las columnas. Como esta que han leído: “Un clásico del análisis más alambicado, a caballo entre Camba Twain, hilarante pero serio, que dará mucho que hablar”. Aunque luego no la lea ni mi madre.