Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Sexo, mentiras y 'pornostars' que se suicidan

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La actriz porno Olivia Lua ha fallecido a los 23 años. Se trata de la quinta mujer dedicada a la industria del porno que muere en poco más de dos meses, después de August Ames, Shyla Stylez, Olivia Nova y Yuri Luv.   

A partir de esas cinco muertes, (dos sobredosis, un suicidio y dos «fallecidas en extrañas circunstancias y pendientes de investigación»), los medios hablan de «una epidemia». Pero no se trata de eso. Esta cifra de muertes es la normal en la industria, lo que pasa es que es la primera vez que se habla con claridad sobre ello. A principios de los años 80 la mortandad se debía a las  drogas y la aparición del sida. Ahora, las razones son otras. Ginger Lynn,  una estrella del género en los 80, asegura que la competencia del porno en internet ha hecho que la exigencia sea mucho mayor. Que a las jóvenes actrices de ahora se les exige realizar cosas cada vez más extremas, que acaban mermando su salud emocional.

'Hot girls wanted' es un documental  dirigido por Jill Bauer y Ronna Gradus. Relata la vida de varias actrices porno, de 18 y 19 años de edad. Se limita a seguir a las chicas con una cámara, y a contar lo que ellas relatan.

Las chicas contactan, a través de un anuncio, con una agencia especializada en porno 'amateur'. El porno protagonizado por chicas apenas mayores de 18 años, que pueden pasar por «la chica de al lado». El reclutador selecciona a las que le gustan a partir de una fotografía. Todas las chicas coinciden en que buscan dinero fácil y rápido. Les atrae el dinero, por la ropa y la posibilidad de viajar en avión a todas partes.

Las chicas van a vivir a una casa, propiedad de su reclutador, en la que comparten habitación con otras chicas. Al principio están encantadas. Dicen que se sienten tratadas como «princesas», reciben una buena cantidad de dinero, y pueden salir de compras o flirtear cada noche.

Pero al cambio de dos meses las chicas descubren que «se han quemado». Ya están demasiado vistas, así que, como no son novedad, ya no les llaman tanto para trabajar. Hay muchas chicas jóvenes disponibles, mucha carne fresca. Y resulta que no han ganado tanto dinero. Porque hay que deducir de su sueldo el tanto por ciento para su reclutador; los billetes de avión; los gastos de alquiler, luz y agua; la ropa (imprescindible vestuario adecuado para trabajar en la industria)… Se encuentran prácticamente sin blanca. Y no pueden volver a su pueblo o a la casa de sus padres porque las imágenes por internet corren a la velocidad de la luz, y allí ya todo el mundo sabe a lo que se dedican.

Cada segundo, 30.000 personas consumen pornografía. Hay  68 millones de búsquedas al día en internet

Aceptan entonces rodar escenas a las que antes se habrían negado. Sexo anal sin preservativo. O escenas violentas, sadomasoquistas, que implican dolor real. También se insinúa (en el documental no quieren admitirlo, pero se deduce fácilmente) que empiezan a tomar drogas. Una de las chicas se niega a hacer determinada escena con un grupo de hombres y ellos la violan. Otra acaba en el hospital.

Desde el reclutador (el chulo, diría yo), hasta los fotógrafos y los actores, todos los hombres del documental ven a estas chicas como a objetos desechables: se menciona de manera constante que ninguna dura más de unos meses en el porno 'amateur' y que siempre, cuando se marchen, habrá otra sustituta.

El porno está al alcance de todos, los 365 días al año y las 24 horas.  Cada segundo,  30.000 personas están consumiendo pornografía. 68 millones de búsquedas diarias. Una de cada cinco imágenes pornográficas es de un/a menor de edad. La edad promedio de los niños que ven pornografía es de 11 años.

A todos esos niños y hombres que ven porno violento yo les preguntaría: ¿Y si en vez de pornografía estás viendo abusos y violaciones? ¿Y si en lugar de placer estás viendo el dolor de una víctima? ¿Y si  cuando lo ves te pones en el lugar de la actriz  e imaginas a tu hermana, novia, madre, siendo violada, abusada o coaccionada? 

El porno no defiende la libertad sexual. La  libertad sexual no es la libertad de una persona de satisfacer todas sus fantasías sexuales a costa del dolor de otra persona. Los límites de la libertad terminan donde empieza la libertad de otro. Y esto es algo que NO están aprendiendo los más de 11 millones de adolescentes que regularmente ven pornografía en internet.