LA CLAVE

El cuento de nunca acabar

La soterrada disputa entre JxCat y ERC por culpa de Puigdemont amenaza con reeditar el bochorno parlamentario de septiembre y prorrogar 'sine die' el 155

Puigdemont: "Estoy trabajando para poder ir al pleno de investidura" (ES)

Puigdemont: "Estoy trabajando para poder ir al pleno de investidura" (ES)

ENRIC HERNÀNDEZ

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La endiablada aritmética del Parlament mantiene empantanada la política catalana. Algunos factores son idénticos a los que condujeron a la declaración unilateral de independencia (DUI) y la suspensión de la autonomía vía artículo 155 de la Constitución. Otros han variado... a peor.

Persiste, como principal elemento tóxico, la lucha soterrada por la hegemonía nacionalista entre ERC y el entramado CDC/PDECat/JXCat, constante desde hace 15 años: el primer tripartito, el giro soberanista de Artur Mas, el 21-D... Batalla fratricida que condujo al infructuoso 9-N. Y a las fallidas 'plebiscitarias'. Y al imposible "referéndum o referéndum" del 1-O. Y a una efímera "república" que condenó a Catalunya a la pre-autonomía. La alianza entre ambas fuerzas no es sino una puja de cara a la galería: el que pase por más independentista gana, a costa de que perdamos todos.

A punto está de reeditarse, en modo de falsa investidura, el bochorno parlamentario de los días 6 y 7 setiembre. Se violaron entonces las más básicas reglas de la democracia para acunar un engendro jurídico abortado por el Constitucional. Justo lo que sucederá la semana próxima si ERC accede, a su pesar, a investir a Carles Puigdemont: si el candidato no asiste el pleno, su elección será anulada. Y si burla a la policía y se planta en la Ciutadella seguirá los pasos de Lluís Companys, encarcelado, recordémoslo, por la República.

EL PAÍS ANTES QUE LAS PERSONAS

El sentido común aconsejaría que ERC y PDECat neutralizasen las argucias de Puigdemont, convenciéndole de que el país y sus instituciones están por encima de las personas. Pero la desconfianza puede más que la conveniencia: los republicanos no quieren pasar por desafectos y los posconvergentes pretenden retener la presidencia después de Puigdemont. Este cuento de nunca acabar nos retrotraerá a los albores de octubre, cuando ambos ansiaban elecciones pero, incapaces de defenderlas, dejaron que las convocara Mariano Rajoy. Con la diferencia de que ahora, acuciado por la debacle electoral del PP y por el auge de Ciudadanos, la hipótesis de un 155 'sine die' quizá ya no se le antoje tan aventurada.