Opinión | Editorial

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Espiral de irresponsables

Mientras en Copenhague se vivía otro esperpento, en Barcelona Torrent propuso a Puigdemont como presidente

Puigdemont, durante el debate en la Universidad de Copenhague.

Puigdemont, durante el debate en la Universidad de Copenhague. / periodico

El 'procés' vivió este lunes otro de esos episodios esperpénticos que sería risibles si no fuera porque la política (y la sociedad) catalana no están (o no deberían estar) para más bromas pesadas. El publicitado viaje de Carles Puigdemont a Dinamarca para ofrecer una conferencia fue recibida con una advertencia, también profusamente publicitada, de la fiscalía de que solicitaría al juez Pablo Llarena que reactivar la euroorden contra el 'expresident' de la Generalitat  y líder de Junts per Catalunya.

Puigdemont viajó, con toda la atención mediática pendiente de sus pasos, la fiscalía elevó su petición al juez Llarena, y este la denegó, con lo que las estrategias de Puigdemont y la fiscalía, sean cuales fueran, quedaron en otro espectáculo mediático que no hace más que erosionar las instituciones ante una ciudadanía que asiste perpleja a este juego de prófugos que anuncian sus movimientos con antelación y de fiscales  que avisan al huido de que puede ser detenido también con el debido tiempo.

El esperpento alcanza tintes dramáticos cuando el mismo día, en Barcelona, el 'president' del Parlament, Roger Torrent, anuncia que es Puigdemont el candidato que propone para presidir la Generalitat. Torrent afirmó que  es «consciente de la situacion personal y judicial» de Puigdemont, y aun así es al cesado 'expresident' a quien señala como candidato a presidir la Generalitat. Torrent ha pedido cita al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para tratar con él de la situación abierta con la candidatura de Puigdemont. El diálogo siempre es bienvenido, pero poco margen tiene Rajoy si Torrent decide encaminar al Parlament hacia fórmulas que violen el reglamento y la legalidad para intentar la investidura telemática o por delegación de Puigdemont.

El fantasma del 6 y el 7 de septiembre, con su estéril ciclo de supuestas argucias y astucias que son denunciadas ante el Tribunal Constitucional, suspendidas y aun así desobedecidas, sobrevuela de nuevo la política catalana. Las consecuencias que tiene cualquier vía que sea ilegal son de sobras conocidas: la intervención de las instituciones catalanas al amparo del artículo 155 de la Constitución. Rajoy ya lo ha hecho saber, y es improbable que en una reunión con Torrent le dijera algo diferente. Pasado un mes de las elecciones, Catalunya sigue atrapada en una espiral irresponsable y de irresponsables.