INFORME DEL MUNDO

La revolución inacabada de los derechos humanos

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Rosa Massagué

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Pocas palabras están tan gastadas como ‘derechos’ y ‘humanos’, y juntas suscitan visiones siempre negativas de todo lo peor de que es capaz el hombre. Todo informe de organizaciones destinadas a la defensa de los derechos humanos en su totalidad o en parte, ya sean por ejemplo Amnistía Internacional o Reporteros Sin Fronteras, deja un regusto muy amargo. El termómetro indica un sube y baja. Unos países o regiones del mundo mejoran en algunos aspectos mientras que en otros hay un empeoramiento. Al final, parece quedar todo en una suma cero.

Hace algo más de una década, el anciano Stéphane Hessel aseguraba que los derechos humanos avanzaban en el mundo. “El bien progresa”, me decía, pero sabía que no había que bajar la guardia, que la peor actitud es la indiferencia. Y para evitar que las nuevas generaciones cayeran en esta actitud escribió el panfleto ‘¡Indignaos!’ que lo convirtió en un líder juvenil a sus más de 90 años.

Considerando las barbaridades que se han cometido y que aún se cometen en el mundo parece difícil darle la razón. Pero echando la vista atrás, a lo mejor la tenía. Un Hessel muy joven, nacido en medio de una guerra, la primera mundial, combatió en la segunda. Estuvo en Buchenwald y Bergen-Belsen, y fue de los pocos afortunados que logró salir con vida de aquel infierno.

Hasta entonces no había un régimen internacional de derechos humanos. En el siglo XVIII Thomas Paine había escrito ‘Los derechos del hombre’. Los revolucionarios franceses promulgaron ‘”los derechos del hombre y del ciudadano”. La Constitución de EEUU fijaba “ciertos derechos inalienables”, pero solo para blancos. Y luego estaban las leyes de la guerra o las convenciones sobre prisioneros de guerra. Pero ninguno de estos documentos tenía el carácter de universalidad ni tenían ningún lugar en el derecho internacional.

Descubrimiento de la infamia

Esto cambió a partir de 1945, tras el descubrimiento de la infamia cometida por el nazismo. Tras largos y complicados trabajos en los que Eleanor Roosevelt, esposa del presidente de EEUU, tuvo un papel determinante, y en los que participó Hessel, se llegó en 1948 a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En su libro ‘El Parlamento de la Humanidad’ el historiador Paul Kennedy habla de “una revolución inacabada de los asuntos humanos” porque las violaciones continúan, sigue habiendo fuentes de resistencia y persisten muchos problemas.” ¿Quién podría discrepar?”, se pregunta. Recuerda que las fuerzas del mal, los prejuicios y los odios profundamente arraigados todavía abundan. Pero añade que desde 1948, “pocos de ellos pueden ocultarse en las tinieblas o actuar impunemente”.

Y es así gracias, por ejemplo, a Human Rights Watch (HRW). Su informe traza el mapa de los abusos en el mundo, pero lo más interesante de esta edición es el hincapié que hace en el clima de quebrantamiento de los derechos humanos en las democracias occidentales, empezando por EEUU desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, pero también en Europa, con la aparición del populismo y la práctica de la hipocresía.