40 años de un oscuro episodio

'Caso Scala': las claves

El atentado en la sala de fiestas testimonia que la Transición no fue tan modélica como se afirma y menos aún pacífica

INDENCIO DE LA SALA DE FIESTA SCALA

INDENCIO DE LA SALA DE FIESTA SCALA / periodico

XAVIER CASALS

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Hace 40 años, el 15 de enero de 1978, un grupo de jóvenes arrojó cócteles molotov en la entrada de la sala de fiestas Scala, provocando un incendio que destruyó el edificio y mató a cuatro trabajadores. El caso conmovió a la sociedad catalana y la filiación ácrata de los autores del atentado marcó el declive de un vigoroso movimiento anarquista. Este último denunció el atentado como una maniobra policial. ¿Lo fue verdaderamente? La respuesta, como veremos a continuación, es compleja.

En 1976 se reconstituyó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y en su entorno confluyeron sindicalistas pragmáticos, figuras del exilio, jóvenes que exaltaban valores como la espontaneidad o la autogestión, grupos autónomos dispuestos a la acción directa y también 'faístas' (partidarios de reconstruir la Federación Anarquista Ibérica (FAI)). El universo ácrata repuntó entonces con gran poder de convocatoria: en 1977 un mitin de la CNT reunió a 100.000 personas en Montjuïc y unas Jornadas Libertarias Internacionales celebradas ese año en el parque Güell habrían atraído a 600.000.

Comando de la FAI

En este marco, la mañana del 15 de enero de 1978 la CNT celebró una manifestación contra los Pactos de la Moncloa y las elecciones sindicales. Poco después se produjo el mencionado atentado contra la sala Scala. La madrugada del 16 la policía detuvo a sus presuntos autores y el 17 emitió un comunicado que los presentó como un comando de la FAI integrado en la CNT y asoció el sindicato al episodio al afirmar que la FAI era su "brazo armado". En 1980 se celebró el juicio por los hechos y tres de los acusados fueron condenados a 17 años de cárcel y otro, menor de edad, a un año y medio.

Más allá de supuestos 'hechos oscuros' del caso que denunció el movimiento libertario (como la detención de los presuntos culpables en menos de 12 horas), fue muy controvertido el papel que habría desempeñado un confidente policial: Joaquín Gambín. Según uno de los condenados, Xavier Cañadas, este infiltrado se ganó su confianza al presentarse como un anarquista bregado y les emplazó a lanzar las botellas incendiarias: "¿Qué mierda de revolución vamos a hacer con unos niñatos cagados como vosotros?", les increpó. Luego desapareció sin ser detenido. No podemos contrastar este testimonio, pero cabe pensar que si Gambín incitó realmente a arrojar los cócteles su meta era erosionar al mundo ácrata o facilitar la represión del sector 'faísta', sin prever las trágicas consecuencias.

Avala tal hipótesis el hecho de que en abril contribuyó a desarticular un grupo armado, el Ejército Revolucionario de Ayuda a los Trabajadores (ERAT). Detenido en 1981 por un atraco, Gambín fue juzgado en 1983 y entonces manifestó su condición de confidente, así como su delación de los autores del atentado del Scala. Condenado a 7 años, en 1986 obtuvo la libertad provisional. Ante lo expuesto, no sorprende que ámbitos anarquistas denunciaran el 'caso Scala' como una manipulación del ministerio de Gobernación, dirigido por Rodolfo Martín Villa.

Culto a la violencia

Desde nuestra óptica el episodio fue más complejo, al ser consecuencia de varias dinámicas del movimiento libertario que permitieron la acción de Gambín, notablemente el culto a la violencia que se había extendido en el mismo, su porosidad ante infiltrados o la existencia de los citados grupos autónomos. Por otra parte, el caso dividió a la CNT entre partidarios de implicarse en el juicio o mantenerse al margen, a la par que divergieron también las posiciones a seguir en la defensa: una sostenía que debía basarse en la inocencia o culpabilidad de los procesados y otra que se debía hacer del juicio un proceso al Estado.

De forma paralela, la CNT perdió peso en el mundo laboral al no concurrir a las elecciones sindicales y en 1979 surgieron tensiones de raíz diversa, especialmente entre defensores y detractores de acudir a los comicios sindicales. El resultado fue la escisión de los primeros, que originó la futura Confederación General del Trabajo (CGT)Confederación General del Trabajo. En este marco la militancia de la CNT cayó y los ateneos libertarios conocieron un declive.

El 'caso Scala', en suma, no provocó la crisis del mundo libertario porque hubiera estallado igualmente por sus tiranteces internas, pero la aceleró al intensificarlas y criminalizar a la CNT. Hoy el atentado, con la inquietante figura de Gambín por medio y su triste balance, testimonia que la Transición no fue tan modélica como se afirma y menos aún pacífica: las víctimas del Scala fueron parte de las 504 muertes que la violencia política causó entre 1975 y 1982, un legado que conviene no olvidar.