Tras la república nonata
Todos los que no estuvieron pero fueron
Fueron muchos los que desde fuera del núcleo de decisión podían haber aportado un poco de calma y solo echaron más leña al fuego
Sabemos las consecuencias: cárcel, fugas a Bruselas, decenas de imputados y un incierto horizonte político. Quizá algún día conoceremos todos los detalles de las últimas horas que llevaron a proclamar una república nonatarepública nonata. Pero es fácil imaginar la tremenda tensión que debió masticarse en los despachos.
Un grupo de hombres y mujeres que transitaban entre la voluntad de hacer historia y el temor a no estar a la altura de las circunstancias. El personaje político frente a la persona. Los nervios a flor de piel. Las emociones desbordadas. Acumulación de horas de insomnio… Sin duda, el factor humano fue determinante. ¿Tuvieron la clarividencia de valorar las consecuencias de sus actos? ¿Valía la pena arriesgar todo lo que han perdido, incluida, al menos en algunos casos y temporalmente, su libertad?
En la soledad de su celda o en las calles de Bruselas, solo ellos pueden responder a esas preguntas. Pero los interrogantes se extienden más allá de esos paisajes íntimos. Son más, muchos más lo que deberían sentirse interpelados. Porque las paredes tras las que se tomaron las decisiones no eran impermeables a lo que sucedía en el exterior.
Llegó el desastre
Las 155 monedas de plata escupidas por Rufián son el mejor titular de una campaña de presión que tuvo muchos y muy diferentes protagonistas. Alcaldes, periodistas, agitadores propios e invitados estelares… todos unidos al grito de ni un paso atrás. Elucubrando estrategias que no sostenían dos minutos de análisis de la realidad. No, la república no iba a situar a Catalunya en un plano de igualdad con España. No, Europa no iba a reconocerla. No, por mucho gritar, por mucho denigrar al adversario, este no iba a perder su poder.
En esas horas de zozobra, fueron muchos los que desde fuera del núcleo de decisión podían haber aportado un poco de calma. Y solo echaron más leña al fuego. Quizá por creencia. Quizá para fortalecer su influencia o quizá, simplemente, por vanidad mediática. Con su ayuda llegó el desastre. Con su insistencia, parecen desear perpetuarlo.
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