ANÁLISIS

La falsa modestia de un club rico

Coutinho posa junto al presidente mostrando la camiseta blaugrana.

Coutinho posa junto al presidente mostrando la camiseta blaugrana. / periodico

Sonia Gelmà

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Solo era cuestión de sentarse y esperar. Cuatro meses después de que Albert Soler, entonces máximo ejecutivo del área deportiva, asegurara que no pensaban entrar en el juego de la inflación, que había líneas rojas que el Barça no estaba dispuesto a cruzar, los azulgrana han pagado 160 millones de euros –entre fijo y variables--por Coutinho. Puede parecer una barbaridad, incluso una obscenidad, pero es el precio que pedía un Liverpool que no tenía necesidad alguna de vender y ante eso, el Barça tenía dos opciones: jugar o quedarse en la casilla de salida.  

El flamante fichaje azulgrana es una exhibición de músculo financiero de ese club que juega a la oca, mientras “otros lo hacen al parchís”. El PSG se comió a Neymar y contó no 20 sino 220. Y el Barça va de Dembélé en Coutinho con casi 300 millones: de oca en oca, y Griezmann porque le toca.  

Este fichaje solo confirma lo que ya pareció en septiembre, que el Barça se hacía el digno para intentar justificar su fracaso y que, mientras su economía lo permita, continuará acudiendo al mercado –con o sin inflación. El tiempo ha devuelto como un boomerang aquella frase que decía que “gastar 270 millones en dos jugadores hubiera sido una irresponsabilidad". Albert Soler, que ya no manda en el área, no puede rebatirse a sí mismo y Jordi Mestre, el vicepresidente deportivo, se acoge a las rebajas de enero como explicación.

Competir en el nuevo orden

Aunque le incomode reconocerlo, el Barça paga porque puede, porque es un club privilegiadamente rico, como el Madrid o el United, que debe competir en un nuevo orden internacional donde los propietarios de PSG o City, entre otros, intentan desbancarlos. Quizás no les parezca justo ni sea sostenible a medio plazo, pero a un club que persigue los mil millones de presupuesto no le conviene ir de modesto porque la realidad lo desmiente.

Ante la improbable aparición de un nuevo Messi o un nuevo Iniesta, el fútbol base del Barça intenta generar, como mínimo, jugadores tan válidos como Sergi Roberto, mientras que la secretaría técnica refuerza al equipo con lo mejor del mercado.

Como cuando pagaron 100 millones de pesetas por Alexanko, o cuando fueron los primeros en rebasar los 30 millones de euros por un lateral, Dani Alves. Sin olvidar que más recientemente desembolsaron 82 millones de euros por Luis Suárez y una cantidad indeterminada, entre 57 y lo que ustedes quieran, por Neymar. No, no es un club pobre, aunque a veces le guste aparentarlo.  

Tras el dispendio, solo cabe esperar que tanto Dembélé como Coutinho funcionen. Porque una cosa es la riqueza, y la otra el despilfarro. Y en el marco competitivo actual, el Barça se puede permitir la impopularidad de lo primero, pero no lo segundo.