Análisis

La fórmula equivocada del 21-D

Los resultados son coherentes y lógicos, y no por ello menos desoladores en cuanto al conflicto se refiere

Colas para votar en el colegio de La Salle de Gràcia.

Colas para votar en el colegio de La Salle de Gràcia. / periodico

SONIA ANDOLZ

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La vorágine política que vivimos actualmente llegó a su fecha esperada después de una breve pero intensa campaña. Habitualmente, con los resultados ya escrutados, periodistas, politólogos y analistas iniciamos cábalas, calculadora en mano. También en esto el 21-D es diferente. Durante la campaña, los partidos hicieron saber de forma clara qué pactos están dispuestos a plantearse y cuáles rechazan de lleno. Queda poco margen para la creatividad parlamentaria. Así, podemos centrar el análisis en lo que dichos resultados suponen a efectos del conflicto político que vivimos.

El clima conflictivo siempre tiene tendencia a polarizar. A mayor tensión, más radicales se vuelven nuestras actitudes y percepciones de lo que ocurre a nuestro alrededor. Es difícil escapar a esa tensión por mucho que uno esté en entornos poco interesados en la política o alejados mediáticamente. Así, esas actitudes se van reforzando con las interacciones en nuestro entorno y se convierten en comportamientos (el voto en sí) más polarizados.

Ante esta situación, los resultados son coherentes y lógicos, y no por ello menos desoladores en cuanto al conflicto se refiere. El trasvase de votos inter-bloque (de PP a C’s y de CUP-ERC a JxCat, principalmente) responde no solo al llamado voto útil sino también a la mejor instrumentalización de la confrontación. ERC se ha centrado en explicar sus intenciones para el post 21D, mientras que Puigdemont hacía llamadas al electorado a votarle a él como “la lista que Rajoy no quiere que gane” y la única posibilidad para que vuelva de Bruselas, centralizando así el conflicto entre él y Rajoy. Los grandes damnificados aquí han sido la CUP, que ha vuelto a resultados más acordes con su radicalidad política. La CUP, sabedora de que en la anterior legislatura tenía una hiperrepresentación, parece poco preocupada por sus bajos resultados y ofrece una generosa satisfacción con los del bloque soberanista. 

Sin embargo, el análisis más novedoso lo ofrece el llamado bloque constitucionalista. Todo apuntaba a que C’s subiría. Arrimadas domina su rol como jefa de la oposición y ha sabido canalizar muy bien la preocupación del electorado constitucionalista hacia la ruptura y la confrontación con el Estado. La novedad viene de la mano del PP. Su poca relevancia en Catalunya no es nueva, pero, con un discurso similar al de C's en cuanto al conflicto y a la relación Catalunya-España, no ha sabido capitalizar la imposición del artículo 155 ni su rol de Gobierno del Estado. Solo demuestra lo alejado que está el PP de Catalunya y lo poco que entienden nuestra realidad desde Madrid. Finalmente, tanto PSC como los comuns, salvando todas las distancias entre ambos partidos, han sufrido su centralidad y sus llamadas al entendimiento y al diálogo. El escenario final, más allá de quién consiga formar gobierno y bajo qué condiciones lo haga, solo prolonga la situación de objetivos incompatibles y choque de narrativas que lleva al conflicto.