LA PEPEL DE EUROPA
De la entelequia al desiderátum
Es imposible conseguir al mismo tiempo la globalización económica, la democracia política y la soberanía nacional
Núria Iceta
Editora de 'L'Avenç'
NÚRIA ICETA
Esto de Europa me da la impresión de que es como lo de acordarse de Santa Bárbara cuando truena, una santa a la que nos encomendamos cuando nos conviene, pero en la que no acabamos de creer del todo. Un último recurso cuando todo lo demás ha fallado, una entelequia. Tradicionalmente, el ciudadano medio solo se acordaba de Europa cada cinco años, cuando se celebraban las elecciones, y cada 9 de mayo, cuando veía los autobuses con banderas europeas. Pero en las últimas semanas nos hemos repetido el mantra "Europa no lo permitirá". Ay.
La Europa que tenemos ahora es un monstruo de 28 cabezas (pronto 27), cobarde, atrapada en los intereses de los propios gobiernos, con la amenaza real de la extrema derecha, incapaz de atender el escándalo de los refugiadosrefugiados, que sigue armada hasta a los dientes, etcétera.
Es una Europa enfrentada al trilema formulado por el economista turco Dani Rodrick, según el cual es imposible conseguir al mismo tiempo la globalización económica (una mayor integración, en el caso europeo), la democracia política y la soberanía nacional. No sabría decir cuál de los tres vértices está ganando en este momento pero, en cualquier caso, los intereses del gran capital internacional, en manos de unos pocos, escapan a jurisdicciones territoriales y gubernamentales.
La Europa como desiderátum podría dar una oportunidad a nuevos sistemas de gobernanza. Desde la subsidiariedad y por elevación, habría una solución para Catalunya y para otras comunidades europeas que no ven sus intereses suficientemente representados por sus estados. Aunque sea porque tristemente los grandes tratados internacionales han surgido de la desconfianza recíproca.
Más integración
Oí recientemente a un europeísta convencido, el profesor Juanjo Álvarez de la UPV, que en cuanto a los asuntos europeos, los éxitos se nacionalizan pero, en cambio, los fracasos se europeízan. Si queremos que Europa sea creíble y deje de ser una entelequia, deberá tomar algún compromiso que evidencie el sentido de mayor integración, con más respeto por las comunidades nacionales y las diversidades culturales, más políticas sociales y menos paraísos fiscales.
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