ANÁLISIS

La disyuntiva entre república o monarquía

La distinción entre bloque republicano y bloque dinástico es la que define de forma precisa los ámbitos de los posibles pactos de gobierno tras el 21-D

queso-gesop

queso-gesop

ENRIC MARIN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los recurrentes errores de estimación de las encuestas electorales invitan a ser prudentes con los resultados que adelantan. Pero conviene identificar las tendencias que apuntan. Después del alud demoscópico de los pasados días, podemos señalar tres hechos. En primer lugar, parece que la participación será muy alta. En segundo lugar, no se aprecian grandes trasvases de votos entre el bloque independentista y el bloque dinástico del 155 (lo que se observa es movilidad de voto dentro de cada bloque). Y, en tercer lugar, no parece posible ningún gobierno alternativo al soberanismo. El bloque dinástico solo podría pensar en gobernar con el apoyo directo o indirecto de Catalunya en Comú (CC). I los comunes ya tienen asumido que en la lectura plebiscitaria impuesta por Rajoy serán contabilizados como unionistas. Cierto. Pero de eso a avalar un gobierno liderado por C’s hay todo un mundo. 

La otra línea divisoria

Si las tendencias apuntadas se confirman, adquirirá relieve otra línea divisoria menos llamativa, pero fundamental para las posibles fórmulas de gobierno a considerar a partir del 21-D. Me refiero a la línea que delimita el campo republicano y el campo monárquico. La distinción entre bloque republicano y bloque dinástico es la que define de forma precisa los ámbitos de los posibles pactos de gobierno.

Arrimadas solo puede pactar con Iceta y García Albiol. Por el contrario, el campo republicano funciona con una geometría variable más compleja. La coalición liderada por Esquerra es la única formación que mantiene frontera con el resto de partidos republicanos, sin excluir a CC. Esquerra ocupa el espacio central del campo republicano. Por eso mismo, también es la única fuerza política con capacidad de articular gobiernos de coalición con la participación directa o indirecta del resto de fuerzas republicanas. Pasado el 21-D, el margen de ambigüedad que tendrán los comunes aún será más estrecho que el que han tenido en esta campaña tan polarizada. Un margen imperceptible, microscópico. O hacen posible un gobierno republicano, o se oponen alineándose con el bloque dinástico del 155.

Gobierno de coalición

Una victoria clara del bloque republicano sobre el bloque monárquico permitiría la formación de un gobierno de coalición fuerte basado en contenidos programáticos nítidamente progresistas en tres ámbitos: institucional, social y cultural. Es decir, agotada la etapa autonomista, será preciso definir un programa de gobierno de contenido constituyente. Si este gobierno no fuera posible por la falta de flexibilidad y generosidad de los actores implicados, habrá que ir a nuevas elecciones, con los castigos electorales imaginables.

Ahora mismo, la repetición de las elecciones provocadas por la falta de acuerdo de las fuerzas republicanas es la única posibilidad que tiene el bloque dinástico de consolidar el descabezamiento del soberanismo del que pavonea Sáenz de Santamaría, así como de mantener la presión represiva sobre la sociedad catalana para poder abrir lo que, emulando a Felipe Acedo Colunga (fiscal del ejército franquista en 1939), alguien ha descrito con la inquietante metáfora de la desinfección social.