Las redes sociales y la campaña electoral catalana
El 'Saloon' del 21-D
Las redes son espacios de interacción social y, a pesar de ser territorios digitales, requieren normas de convivencia explícitas, compartidas y razonables
Liliana Arroyo
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
LILIANA ARROYO
Llevamos unos días con la sensación que Twitter es un 'Saloon' del lejano Oeste dentro de la campaña electoral catalana. Los últimos 'hits' del 21-D son las apreciaciones de los esfínteres de IcetaIceta y un poema irónico dedicado a una tal InésInés. Ambas publicaciones, sean para personas identificadas o identificables, son ingredientes extras de una campaña ya de por sí crispada.
Aunque Twitter es un terreno fértil para 'trolls' y discursos del odio, las campañas electorales son pistas de peleas de gallos. La diferencia es que en analógico solo nos llegan los disparos cruzados entre candidaturas. Con las redes sociales, en ese ring podemos entrar todos a golpe de 'hashtag' y menciones directas. En poco espacio y un clic llegamos a un público enorme e inventamos nuevas formas de incidencia política, mordaz y directa. Pero todavía no tenemos bien calibrado el potencial. En paralelo, la lógica oportunista de las personas elegibles hace el resto del trabajo, convirtiendo los 280 caracteres – más o menos cáusticos - en materia electoral.
Aunque Twitter es un terreno fértil para 'trolls' y discursos del odio, las campañas electorales son pistas de peleas de gallos
Fenómenos pre-digitales
Lo relevante aquí es que estas dinámicas nos llevan en realidad a fenómenos pre-digitales. Sea en Twitter, en pancartas o en debates televisados: la crítica, las ironías y la sátira política han existido siempre. Y sin ninguna duda así debe ser. La pregunta es cómo trazamos los límites de la libertad de expresión si confunden las fronteras del respeto. Las descalificaciones y las injurias son inadmisibles tanto en digital como en analógico.
Y dejadme que distingamos entre los dos ejemplos, porque tratarlos por igual por el hecho de ser tuits, es complejo. Tomemos el poema para Inés: a pesar del "mala puta" final, juega desde la ambigüedad pícara. Ahora bien, ¿nos exclamaríamos igual si hubiera sido un 'gag' de un programa de humor político? O una estrofa de una canción protesta de cantautor. O un agarrotín improvisado en la sobremesa. La mayoría aplaudiríamos el ingenio, nos reiríamos y seguramente quedaría ahí.
Moraleja
En cambio, insultar directamente al candidato del PSC, tildarlo de ser repugnante y hacer referencia a partes concretas de su anatomía, que indirectamente señalan sus preferencias sexuales, es otro piar. Quien escribe eso se siente legitimado a compartirlo, a publicarlo y vociferarlo en lo ancho y largo de la red. Nadie le ha explicado que los debates deberían atacar las ideas, resaltar incoherencias o paradojas, pero nunca descalificar a la persona ni cuestionar su orientación sexual.
La moraleja, al final, es que las campañas son campañas y que las redes sociales ya forman parte de ellas, tanto para construir como para jugar sucio. Lo importante es que socialmente entendamos que son espacios de encuentro y de interacción social. Que a pesar de ser territorios digitales, requieren normas de convivencia explícitas, compartidas y razonables. Igual que lo peor que le puede pasar al chistoso de la clase es que nadie le ría las bromas. Quizá la mejor respuesta ante los tuits envenenados sea la pérdida de seguidores.
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