Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Cómo ser millonario
Existe una manera facilísima de convertirse en millonario en tan solo unos minutos. Si sigue mis consejos, lo logrará. Voy a intentar explicarme de manera sencilla.
Probablemente esté pensando que se trata de una broma, pero yo le aseguro que la cosa funciona perfectamente. Se trata, tan solo, de imaginar que ya lo es. No, no es nada místico, de verdad. En absoluto le estoy hablando de esa cosa tontísima de visualizar un deseo para que este acabe cumpliéndose. Jamás le diría yo una bobada semejante. Confíe en mí y acabará dándome la razón.
Usted imagínese que es rico, ¿de acuerdo? Pero muy rico. 1.000 millones de euros. O, si quiere, 3.000 millones. Ponga usted la cantidad que le apetezca, porque la cosa funciona igual, independientemente del grado de riqueza que usted desee tener.
¿Ya lo tiene? ¿Lo está visualizando? Perfecto. Lo está haciendo muy bien. El segundo paso que ha de dar es el más importante, porque ahora le pido que se imagine que usted es tacaño, muy tacaño, rematadamente tacaño. Concéntrese. Véase a sí mismo como el ser más rácano que ha poblado alguna vez este planeta. ¿Lo tiene? Tal vez esto le cueste más que lo anterior, porque aquí se trata de suponer que uno es distinto a como es en realidad, pero con un poco de esfuerzo estoy seguro de que lo va a conseguir.
El problema de
querer ser rico es que
la gente quiere gastar
dinero en cosas
¿Ya? Vale. Usted es tacaño. Esto ya lo tenemos. Ahora junte las dos cosas: su riqueza y su tacañería. Mentalícese de que esto es así. Repita conmigo: «Soy millonario y soy tacaño». Dígalo en voz alta. Muy bien. Otra vez: «Soy millonario y soy tacaño».
Lo está usted haciendo de maravilla. Ahora solo falta una cosa: vivir su vida como si realmente fuera usted eso que acaba de verbalizar: un millonario rácano. Sabe que puede gastarse una fortuna esta misma tarde comprándose una flota de Rolls Royces, pero ¡ay, a usted eso de gastar no le gusta nada! Por tanto, pasa de comprarse tanto coche y opta, haciendo gala de su tacañería, de usar el transporte público como hasta ahora. De este modo, sus miles de millones siguen intactos en su cuenta corriente.
¿No le alegra eso? Su fortuna no mengua. Tan solo ha de pensar que no le gusta gastarla en nada. Claro que podría comprarse una mansión valorada en cientos de millones de euros, pero, recuerde, usted es un miserable avaro que no quiere sacar ni un euro de su cuenta. Así que decide seguir viviendo en su casa de siempre, con la tranquilidad que le da saber que sus millones no menguan nunca.
¿A qué ha sido fácil? El problema de querer ser millonario es que la gente quiere gastar dinero en cosas, pero usted acaba de descubrir que puede serlo igualmente sin gastar.
¿Verdad que ahora está mucho mejor? No me extraña; es una de las mayores fortunas del mundo. Salga a dar un paseo ahora, lleno de alegría, sabedor de que su espectacular cuenta corriente no va a ser tocada por nadie, ni siquiera por usted. Ahí estará para siempre y cuando usted fallezca –dentro de muchos años– podrá dejarla en herencia a sus hijos, explicándoles antes este sencillo truco que hoy le he regalado. Disfrute de su nueva fortuna, querido lector.
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