DOS MIRADAS

¿Despertar?

La connivencia del fascismo que dormía con determinadas fuerzas políticas es uno de los escándalos más notables del presente que vivimos

Acto de Pablo Iglesias en Sant Adrià del Besòs.

Acto de Pablo Iglesias en Sant Adrià del Besòs. / RICARD CUGAT

JOSEP MARIA FONALLERAS

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La base es el verbo despertar. Despertar implica que dormía. Y es evidente que ha despertado. ¿Alguien tiene la culpa? ¿Había que dejar que durmiera plácidamente, es decir, que estuviera vivo pero en estado de letargo? ¿Alguien puede pensar que el objetivo de unas fuerzas democráticas era provocar que el fascismo se despertarafascismo? ¿O resulta más bien que una decisión avalada por un Parlamento elegido legítimamente ha generado este despertar virulento, halagado con las canciones de cuna de quienes procuraron que durmiera mientras convenía? 

La connivencia del fascismo que dormía con determinadas fuerzas políticas –desde la simple tolerancia a la subvención, desde la coraza legal hasta las maniobras de protección de sus miembros– es uno de los escándalos más notables del presente que vivimos. El problema no es quién lo ha despertado sino qué hacía durmiendo. Es decir, a punto de despertarse de nuevo. 

Víctimas y agresores

Iglesias fue más suave y dijo que el independentismo había "contribuido", pero Monedero afirmó que había sido "gracias al independentismo" que la "fuerza del fascismo se había despertado". La comparación con cualquier relación entre víctimas y agresores es vergonzante. ¿Es la víctima quien atiza la violencia del malhechor? ¿En base a qué? ¿A sus excesos? ¿A su insolencia? ¿Al deseo inefable que se crea en el malhechor de serlo porque la víctima lo reclama? ¿Queréis decir que no estamos perdiendo de vista lo que está en juego?