Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

LUCÍA ETXEBARRIA

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Los violadores impecables

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Hace tres meses exactos escribí en esta misma sección un artículo que se titulaba 'Gente que dice que se cuida, pero se está destrozando la vida'. En él contaba que había hecho una serie de preguntas a 45 mujeres que ligaban por aplicaciones de internet. Yo escribí: «Tres de las mujeres habían sufrido lo que se llama una date rape. O sea, cuando ella dice no, él dice sí y al final todo es demasiado confuso para que ella se atreva a denunciar».

Mis encuestadas no percibían el suceso como una violación, pero sí como un acontecimiento traumático. Yo me doy cuenta, cuando vuelvo a leer el artículo, que yo tampoco lo percibí como una violación. La violencia en el ámbito sexual está tan normalizada que ni ellas ni yo supimos ver lo evidente. 

Es decir: el 6,6% de mis encuestadas habían sido violadas. El porcentaje coincide con los que maneja la Unión Europea. Un 8% de las encuestadas por la Agencia de los Derechos Fundamentales (ADF) había experimentado violencia sexual en los 12 meses previos a que se les preguntara. Y, según el primer macro estudio europeo sobre violencia de género, en España un 6% de las mujeres ha sufrido violencia sexual.

Voy a poner un caso cercano que le pasó a una tocaya mía. Lucía entró en una 'app'. Conoció a un chico impresionantemente guapo. Estuvieron chateando por Whatsapp más de dos semanas. Finalmente, él la invitó a cenar. Después, fueron a casa de ella a tomar la última. Él quería sexo, ella quería esperar a la siguiente cita. El resto lo imaginan. Ella no tenía opción ninguna a denunciar. Porque si se ha dudado de la palabra de la víctima de La Manada, ¿no iban a dudar de ella? Y eso que el caso de La Manada parece evidente. Evidente excepto para el abogado, las familias de los acusados y una legión de señores en internet que creen a los acusados. E incluso, como explicaba en mi artículo del pasado domingo, hay una periodista culta y de prestigio que me dijo que no creía a la víctima.

¿Y qué hizo Lucía al día siguiente? No contárselo a nadie. Porque sentía vergüenza. Porque sabía que lo que la gente piensa es: «Ella quedó con un hombre que no conocía de nada, le invitó a subir a su piso… Aún tuvo suerte de que no le pasara nada peor». Por supuesto, él nunca volvió a llamarla. 

Lo peor es que la sociedad tiene tan normalizada la violencia sexual que hasta bromea sobre ella

Resulta que en el imaginario colectivo el violador es un desconocido muy poco atractivo e inadaptado que te ataca en un portal, que viola porque no tiene otra opción de conseguir una mujer. Poca gente sabe que hay violadores/asesinos en serie guapísimos.  Busquen las fotos de Richard Ramirez, Ted Bundy, Paul John Knowles, Joran Van Der Sloot, Charles Starkweathe… Todos podrían ser la imagen de una campaña de ropa. 

Poca gente entiende que el violador no viola porque tenga difícil encontrar mujeres, sino porque obtiene un placer sádico de la dominación. Poca gente conoce el dato de que la mayoría de violaciones las cometen hombres del entorno. En muchas ocasiones su propia pareja. En otras un conocido. En demasiadas, un familiar. 

Y como la creencia es que el violador es un desconocido feo y sin encanto, resulta que un caso como el de Lucía no es denunciable. Porque cualquier señal que haya dado la víctima de conocer a su agresor, no hablemos ya de si se la vio cenando con él, es motivo de culpabilización. Y si el agresor es guapo y bien situado, ya no hay salida para Lucía: van a decir que ella se lo inventa.

Repasemos algunos de los argumentos que da la defensa de los acusados: «Ella no gritó ni se resistió». Si a mí me roban la cartera en plena calle, ¿me va a preguntar a mí la policía si grité o me resistí? Lucía tampoco se resistió. El medía un metro noventa y hacía mucho deporte, yo tampoco me habría resistido. Pero, en el imaginario colectivo, una víctima debe tener moratones.

Dicen los que creen en la inocencia de los acusados que escribir en un grupo de Whatsapp que un mensaje como «Buscar cloroformo, 'reinoles', cuerdas... para no cogernos los dedos que después queremos violar todos» no prueba una violación, que eso no es más que un chiste. Lo peor es que sí podría ser un chiste. Lo peor es que existen grupos de Whattsapp con semejante «sentido del humor» (por decir algo). Lo peor es que vivimos en una sociedad que tiene muy normalizada e interiorizada la violencia sexual y que hace chistes sobre violaciones. 

Por eso, ni las mujeres que encuesté ni yo misma supimos llamar a las cosas por su nombre.