Las dos caras de los sueldos del Ibex-35

Las administraciones deberían sacar las politicas sociales del baúl de los recuerdos para propiciar un cambio de modelo económico

Foto de archivo de la bolsa de Madrid con un panel del Ibex 35.

Foto de archivo de la bolsa de Madrid con un panel del Ibex 35. / vls

Agustí Sala

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Lógicamente llaman la atención los salarios que perciben la mayoría de las cúpulas del Ibex-35. Y más aún si se comparan con la media de retribución de sus plantillas. Están 100, 200, 300, 400 o hasta 500 veces, en algún caso, por encima de la media que perciben sus empleados, según el informe 'Diferencias abismales', elaborado por la oenegé Oxfam Intermón Oxfam Intermón.

Es como para rasgarse las vestiduras. Pero deberíamos reflexionar al ver la otra cara de la moneda. Y es que el problema no es tanto que unos pocos perciban sumas desorbitadas -lo que tiene su parte de culpa y agranda la desigualdad- sino que muchos cobran lo mismo o menos que tiempo atrás por la devaluación salarial fomentada por la reforma laboral.

Como en un microcosmos, entre las grandes empresas del Ibex hay una gran dispersión de salarios, en función de los sectores y el tipo de mano de obra. Fluctúan de los 15.147 euros anuales de Dia a los 282.477 de Merlin Properties, según el estudio de Oxfam. Pero, en todo caso, superan en conjunto (37.507 euros) en más de un 40% la media de los salarios del resto. Echen cuentas.

Pese a la salida de la crisis y a que las compañías no financieras ganaron el año pasado un 68,5% más, 17,56 veces más que el aumento de los gastos de personal, según el Banco de España; las alzas salariales se concentran en las cúpulas de las grandes firmas y los nuevos empleados entran a trabajar con salarios y cotizaciones para las pensiones cada vez más bajas.

Hay voces, como la del presidente de la cadena hotelera ACAntonio Catalán, que ya son críticas con este 'low cost' laboral.  "Si hay que ganar más a base de sacrificar al personal, prefiero que ganemos menos", dijo. Pero no se trata de lo que ganan sino de que tributen lo que les corresponde y que lo hagan sobretodo las grandes empresas. Es tarea de la Administración perseguir esos ingresos con los que podría establecer unos mínimos para que todo ciudadano pudiera vivir dignamente.

La población de Dinamarca es de las más felices del mundo. Gracias a una elevada tributación que se traduce en unos servicios públicos en concordancia, los daneses inician su andadura en la vida con las necesidades básicas cubiertas y pueden centrarse en su crecimiento personal, familiar y profesional.

¿No sería hora de que las administraciones en España se miraran en ese espejo, sacaran las políticas sociales del baúl de los recursos y se plantearan opciones como las rentas ciudadanassalarios mínimos más altos y fórmulas para iniciar ese cambio de modelo económico que tanto predican pero tan poco esfuerzo hacen por alcanzar?