MIRADOR

Contra el tabú del cupo vasco

La fragilidad de la situación política permite ahondar en el despropósito del concierto económico

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Joaquim Coll

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La aprobación en el Congreso, mediante el procedimiento de lectura única, de la nueva ley del cupo vasco ha levantado ampollas en el PP y aún más en el PSOE a cuenta de la futura financiación. La contribución a la solidaridad interterritorial de esta comunidad foral durante los próximos cinco años se va al limitar, hechas las sumas y las restas, a la irrisoria cifra de 27 millones anuales, según ha desvelado uno de los máximos expertos en financiación autonómica, Alain Cuenca, que denuncia los trucos y las trampas de un cálculo que es político y que luego se viste técnicamente. "La cifra del cupo es magia", ha rematado Ángel de la Fuente, director de la importante Fundación FEDEA y eminencia en balanzas fiscales.

La nueva ley profundiza una situación de privilegio, antiprogresista, y contraria a los principios del federalismo que el PSOE propugna. En el 2013, el entonces primer secretario del PSC, Pere Navarro, ya alzó su voz contra el cupo por insolidario. Lo acusaron de "crear líos donde no los hay", "inoportuno" y casi de "loco", pero fue de los primeros en atreverse a cuestionar un auténtico tabú del que se han servido los dos grandes partidos españoles para sacar adelante leyes y presupuestos a cambio de los votos del PNV.

En Euskadi, solo el diputado Gorka Maneiro, antiguo militante socialista y parlamentario en Vitoria por UPyD, se atrevió a votar en contra del concierto económico por atentar contra los principios constitucionales de igualdad y solidaridad. Y ahora Ciudadanos también se ha opuesto con firmeza a este perjuicio al Estado que lastra la financiación del resto de autonomías en un momento tan delicado.

Justamente es la fragilidad de la situación política lo que permite ahondar en este despropósito. El PP está en minoría y dispuesto a cualquier cambalache para ir tirando adelante la legislatura. El PSOE es socio de gobierno del PNV en Euskadi y no puede oponerse sin que lo echen. Desde una lógica de Estado, es verdad que la crisis en Catalunya hace insensato abrir otro frente territorial con los nacionalistas. Aun así no debemos callar lo que pensamos.