Celebrar el éxito

El actor y los demás

Fernán Gómez pone de manifiesto en su libro 'El actor y los demás' que aquellos oficios con trazas de infantilismo son los que celebran sus éxitos con mayor entusiasmo

Los jugadores del Girona celebran uno de los goles al Levante, ayer en el Ciutat de València.

Los jugadores del Girona celebran uno de los goles al Levante, ayer en el Ciutat de València.

CARLES SANS

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Dice Fernando Fernán Gómez en su libro El actor y los demás que la vocación de actor delata un cierto infantilismo, y para ejemplificarlo habla de la afición incontenible que tienen los actores por representar personajes distintos en cada nuevo proyecto. Esa pasión por ser otro y contar historias inventadas se parece mucho al modo que tienen de jugar los chavales cuando se inventan cuentos fabulosos con los que imaginan infinitas aventuras. Eso confirma, según Fernán Gómez, que dentro de cada actor existe la voluntad de jugar a ser muchos otros.

Al respecto, quiero destacar algo que me llama especialmente la atención: se trata de las explosiones de alegría comunicativa que suelen seguir a la representación el día del estreno. Resulta que actores, actrices y director se besan y abrazan entre risas porque, simplemente, han realizado bien su trabajo. Algo que, visto desde fuera, puede parecer ridículo. Los oficios que requieren la aprobación de los demás conllevan mucha incertidumbre, y es normal que si los resultados son buenos se celebren, pero nadie lo hace con el entusiasmo de los actores. ¿Se imaginan a una dependienta de zapatería saltando y abrazándose con sus compañeras después de haber vendido un par de zapatos? ¿O a un notario abrazando a un pasante después de una firma?

En el libro se pone de manifiesto que aquellos oficios con trazas de infantilismo son los que celebran sus éxitos con mayor entusiasmo. Otro ejemplo: los futbolistas, otro gremio de niños que al cumplir con su objetivo (marcar un gol) saltan y se revuelcan como si en ello les fuese la vida. Entonces Fernán Gómez, llevado por las ganas de tirar del hilo y con la sorna que le caracteriza, describe con ironía la infantilización de los políticos, al considerar desmesurada la alegría que estos sienten el día que ganan las elecciones, habida cuenta de que lo que les espera son, sobre todo, problemas irresolubles, críticas desalmadas y alguna que otra imputación. Ellos sabrán.

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