LA CLAVE
¿Qué podía salir mal?
El fracaso de la candidatura de Barcelona a la Agencia Europea del Medicamento hace aflorar la baja cualificación de nuestra clase política
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
El Reino Unido votó en referéndum a favor de su independencia de la Unión Europea y desató la puja por las oficinas comunitarias que acogía: la Autoridad Bancaria y la Agencia Europea del Medicamento (EMA, en inglés). A la segunda optaba Barcelona, sita en un territorio que aspira a emanciparse de España (y por ende de la UE). Una comunidad que el 6 y 7 de septiembre abolió unilateralmente la Constitución española. Que el 1-O celebró un referéndum ilegal, sofocado a porrazos por el Estado. Que declaró la independencia (o fingió declararla) antes de que su gobierno autónomo fuera depuesto y parcialmente encarcelado. Un país del que han huido 2.500 empresas por culpa de la inestabilidad política, que quedó bloqueado y aislado por el sabotaje de una minoría radicalizada y cuyo autoexiliado 'expresident' clama en Bruselas contra el talante dudosamente democrático de los líderes de la Unión. ¿Qué podía salir mal?
Barcelona cayó en la primera ronda de la votación para acoger la EMA. Seguro que, para una Europa aún conmocionada por el 'brexit', los convulsos acontecimientos de los últimos meses en Catalunya y el fantasma de un 'catexit' no fueron las mejores credenciales de la candidatura barcelonesa. Pero sería ocioso obviar otros factores, como que España ya tenga más agencias que Alemania e Italia juntas, los frágiles equilibrios geopolíticos en la UE y el menguante peso de nuestra diplomacia comunitaria. Sin duda, España se anotó un tanto con el estrepitoso portazo europeo a las aspiraciones soberanistas, pero favor con favor se paga.
CEREMONIA DE REPROCHES
Lo que da la medida de la baja cualificación de nuestra clase política es la ceremonia de reproches por este fracaso. El Gobierno lo carga en la "conciencia" del independentismo, la Generalitat fulminada lo achaca a la "violencia" del Estado y el Ayuntamiento se aferra a la equidistancia: "Ni la DUI ni el 155 han ayudado."
El guion estaba escrito de antemano. Colgarse la medalla del éxito. Centrifugar las culpas del fracaso. Preocuparse más del rédito político inmediato que del interés ciudadano a medio y largo plazo. Definitivamente, no hemos aprendido nada.
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