tú y yo somos tres

Maduro evaluaría una petición de asilo

Évole y Maduro, ante Simón Bolívar.

Évole y Maduro, ante Simón Bolívar.

ferran Monegal

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Han concluido las dos entregas del encuentro en Caracas entre Maduro&Évole ('Salvados', La Sexta), y el retrato que nos queda del presidente de Venezuela es la de un ser esforzado en irradiar cordialidad y buen humor, y empeñado en disimular las fatales arbitrariedades de su régimen. La puesta en marcha de llamada Asamblea Constituyente, por ejemplo. ¡Ah! Este es uno de los asuntos más graves de su ejecutoria. Viene de atrás esta idea. Parece ser que se le ocurrió a Hugo Chávez en 1999. Pero ha sido Maduro quien la ha puesto en solfa. En vista de que la oposición en el Parlamento venezolano iba creciendo, decidió romper la baraja legal e inventarse otra legalidad paralela. ¡Ah! Esta música, aquí en Catalunya, nos suena. Para vaciar de contenido al Parlamento puso en marcha la Asamblea Nacional Constituyente, una pintoresca cámara de poder alternativo lleno a rebosar de chavistas y maduristas. Ahí se aprueban los decretos con un 99,99% de los votos. Así da gusto presidente, sí señor. Évole le fue apretando con ese tema, pero Maduro se iba zafando -sin conseguirlo- apelando a la voluntad del pueblo, al servicio del pueblo, al encargo del pueblo. ¡Ah! Cuando un político se llena la boca con el uso y abuso de la palabra pueblo como si fueran garbanzos a granel, siempre suele suceder que el pueblo de verdad tiembla. Un momento interesante de la conversación fue cuando Évole le preguntó si reconoce a la República Independiente de Catalunya. Contestó, escuetamente: «No me meto en los asuntos internos de España». Pero fue distinta su respuesta cuando Évole repreguntó: «¿Concedería asilo a Puigdemont?». Dijo: «Nadie lo ha solicitado por ahora. Si lo pidiera se evaluaría. En América Latina el asilo es un derecho humanitario». O sea, podríamos deducir que Venezuela aceptaría. Queda un poco lejos, pero es bueno saberlo.

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Estas dos jornadas de entrevista a Maduro, y la buena audiencia conseguida, constatan la relevancia que tiene en España este presidente. El cainismo de la política española lo ha puesto en un inmerecido foco de atención. Curiosamente dijo no conocer a Pablo Iglesias, pero sí a <b>Juan Carlos Monedero. </b>Habló con mucho respeto de Putin y de Kim Jong-Un. De Merkel y Rajoy, menos. De Trump, pestes. Los diversos cuadros de Simón Bolívar que había en la pared, no se estremecieron.