Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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La vergüenza tóxica

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Desgraciadamente a estas alturas probablemente todos ustedes hayan escuchado hablar del 'caso de La Manada'. Una chica violada por cinco hombres. La defensa presenta un informe sobre la vida privada de la víctima, intentando probar que si salía tanto "tan mal no estaría", intentando que la chica se avergüence por salir, por llevar una vida propia de una chica de su edad. 

Pero quizá no hayan escuchado hablar de otra noticia. Un hombre ha sido condenado en Cantabria a tres años y nueve meses de cárcel por abusos sexuales a una menor de edad, de la que abusó desde que ella tenía cinco años hasta los 10. Una condena reducidísima. 

En la sentencia, los magistrados descartan la "agresión sexual", porque no consideran que los abusos se produjeran con violencia. "No se ha probado que la menor opusiera resistencia física o protestara, llorara o gritara, siendo habitual que volviera a la casa del acusado toda vez que éste le hacía regalos diversos para contentarla", dice el documento en reiteradas ocasiones.

Aunque los peritos judiciales y los magistrados otorgan "plena credibilidad" a la pequeña, por su "firmeza, convicción y seriedad al declarar", en la sentencia se duda de forma continua de "la utilización real y efectiva de violencia física o de intimidación por parte del procesado".

Cuando esta niña sea mayor crecerá con lo que se llama 'vergüenza tóxica', porque le habrán hecho creer que en realidad la culpa era suya, que era ella la que lo buscaba. Necesitará muchísima ayuda psicológica para llegar a integrar y creer que cuando un hombre mayor se aprovecha de una niña, ella no busca nada. La niña no está en condiciones de diferenciar entre afecto ( concepto que probablemente no conoce porque no lo recibe en casa) y abuso.

La vergüenza tóxica es el sentimiento de las víctimas cuando el victimario les hace pensar que la culpa es de ellas 

La 'vergüenza tóxica' es la que sienten todas las víctimas cuando el victimario les hace sentir que la culpa es de ellas. La que sienten los supervivientes de abuso sexual infantil cuando les hicieron creer que lo buscaban. La que siente la chica gorda cuando le han hecho creer que solo las mujeres delgadas pueden ser amadas y consideradas. La que sienten las mujeres violadas por su pareja porque les han hecho creer, a ellas también, que cuando una mujer dice no en realidad quiere decir sí. La que sienten las mujeres maltratadas que no se atreven a contar que su marido las grita y la insulta porque piensan que ellas les provocan. La que sienten tantas violadas que no lo cuentan porque creen que les dirán que fue por salir de noche o llevar minifalda. La que siente el chico que adora dibujar cuando suspende una asignatura que detesta porque le han hecho creer que si no aprueba todas las asignaturas no será lo suficientemente bueno para sus padres, cuando no se plantea que quizá es el profesor el que enseña mal la asignatura, o que quizá él tiene un perfil demasiado creativo para según qué métodos de enseñanza. La que siente el chico gay cuando sus amigos (que no saben de su orientación sexual) se burlan de un tercero llamándole maricón.

La 'vergüenza tóxica' nos lleva a fustigarnos por cualquier error, a paralizarnos si creemos que podemos fracasar, a entrar en relaciones de codependencia donde validamos mutuamente esa vergüenza con nuestra pareja... Nos lleva incluso a llegar al autosabotaje cuando en el fondo creemos que no merecemos el éxito. 

Aclaremos que hay dos tipos de vergüenza: la 'nutritiva' y la 'tóxica'. La nutritiva es una importante emoción que nos permite tomar conciencia sobre nosotros mismos en relación con los otros. 

La 'vergüenza nutritiva' nos muestra nuestros límites, nuestras necesidades, nuestros errores, nuestras inconsistencias con los pactos básicos de las relaciones; nos devuelve siempre a la humildad de ser de carne y hueso. La tóxica nos ataca a nosotros mismos. Cada vez que piensas "yo me lo busqué" o "me lo merecía" estás desviando el foco del verdadero culpable.

Los únicos que nunca se avergüenzan son quienes carecen de la capacidad de establecer vínculos significativos, de tomar conciencia de esos vínculos y de mirarse con los ojos del otro. Pero hay que tener claro de qué se avergüenza uno. Si tú mismo, tú misma, no te consideras una persona válida, que merece la pena, tu tendencia será a fustigarte en lugar de a cuidarte. Es más, seguramente trates mejor a otras personas que a ti mismo/a. Y ¿cómo vas a cuidar de los demás si no te tienes a ti mismo?