AL CONTRATAQUE
La nueva tanda de errores
El independentismo sabe que le toca ganar tiempo y confiar en una nueva tanda de errores de Madrid, algo que hasta ahora siempre ha acabado por llegar
Antonio Franco
Periodista
ANTONIO FRANCO
El independentismo intenta embarullar hasta el infinito la posibilidad de que los catalanes aclaren y racionalicen lo sucedido. Solo le interesa ganar las próximas elecciones y conservar las riendas, aunque sean de nuevo autonómicas. Mandar para no retroceder, tocar dinero público, colocar su gente, acatar formalmente la Constitución para mantener viva la desafección de fondo. Sabe que le toca ganar tiempo y confiar en una nueva tanda de errores de Madrid, algo que hasta ahora siempre ha acabado por llegar.
Embarulla, creo que con acierto, para pagar lo menos posible por lo que ha hecho. Hace declaraciones como "la verdad es que no estábamos preparados para llevar a la práctica la DUI". No se equivoquen: el objetivo es poder decir más adelante que ya hizo autocrítica. Hemos oído incluso que no hubo DUI sino simple palabrería simbólica en esa dirección. O que nunca calculó que España se opondría a la secesión con toda la fuerza de la ley. O que lo escenificado (delante de gente que lloraba de emoción porque pensaba que iba en serio) era un simple tanteo. Por eso -y quizás también gracias a un consejo legal preventivo- no tuvimos ni balcón ni se arrió la bandera española del Palau.
Otro expresidente nada honorable
Artur Mas, gran responsable, deja caer que hubo un error en las prisas y por la inexistencia de una mayoría social partidaria. Eso le convierte en otro expresidente nada honorable pues reconoce haber actuado contra la mayoría de los ciudadanos. Pero ni se suicida ni anuncia que deja la política. Puigdemont tal vez ensaya indirectamente lo primero, Junqueras se prepara para triunfar en lo segundo. Si no se asumen las responsabilidades concretas la autocrítica es mera palabrería.
Pero ahora lo importante son los nuevos errores que pueden cometerse desde todos los lados. El horizonte tiene cuatro elementos clave: emotividad transversal (que excede al soberanismo) por los políticos presos de forma preventiva sin fianza, imprevisibilidad del próximo resultado electoral, existencia probable de cerca de dos millones de votos de quienes ya no se consideran españoles, y un futuro judicial poselectoral con muy probables encarcelamientos trascendentes que ya no serán preventivos. ¿Se sabrá administrar eso? Tampoco es menor la gran incógnita: ¿se comprometerá la UE e intentará catalizar una solución para esa "cuestión interna española" que tanto puede afectarle?
Pero los errores empiezan a llegar. Rápidos. Desde el PP, que quizá cree que ya ha ganado alguna batalla a medio o largo plazo, se vuelve a lo de no cambiar la Constitución. Rajoy está demasiado contento con el repliegue del ruido independentista. España tiene dramáticos valores eternos muy autodestructivos que le impiden sacar buenas conclusiones incluso cuando se le abren posibilidades de enderezarse.
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