PEQUEÑO OBSERVATORIO

Editores y escritores aún libres

¿Cuántos 'best-sellers' no dan el resultado esperado por algunas circunstancias imprevisibles?

Una mujer, en un puesto de libros, ayer.

Una mujer, en un puesto de libros, ayer.

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Leo habitualmente los artículos de Màrius Serra y hace pocos días recorté uno que empezaba así: «Los editores de libros viven abocados a la seducción de los lectores, su razón de ser». Es una observación interesante, porque como ocurre con todas las afirmaciones que pluralizan invitan a ser discutidas, a ser objeto de un debate.

Tiendo a pensar que no todos los libros que se publican son fruto de una seducción, al menos en el sentido que más habitualmente se otorga a la palabra seducción. Porque a veces el editor decide publicar un libro no porque la lectura le haya seducido, sino porque piensa que la aparición de aquel libro despertará interés entre los potenciales lectores, se hablará de él, y con suerte será motivo de discusión o polémica y se venderá más que muchas otras novelas de su catálogo.

En principio, la seducción no depende de una voluntad de seducir, y pienso en muchos ejemplos que resultan reveladores. Cuántos hombres, por ejemplo, han fracasado en sus intentos de seducir a una mujer y cuántas mujeres han querido seducir a un hombre sin conseguirlo.

Y en el mundo de los libros,  ¿cuántos 'best-sellers' no han producido el resultado que se esperaba por algunas circunstancias imprevisibles?

En mi tiempo de estudio del Derecho aprendí que la seducción era una acción que estaba encaminada a inducir a cometer el mal. Y más concretamente: atentado contra la libertad sexual. La seducción que provoca una lectura no resulta, afortunadamente, un hecho condenable. Aunque, en otros tiempos, hubiera lecturas perseguidas, que fueron duramente perseguidas, por las instancias religiosas y también por las políticas.

Afortunadamente, amigo Màrius, escritores, editores y lectores, todavía somos libres para escribir lo que queremos.