Al contrataque

Una librería, una casa

Cuanto más leemos más nos apartamos de aquellos que no lo hacen

NAJAT EL HACHMI

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Tantas horas pasadas en librerías. En ciudades distintas, en momentos de gran incertidumbre y otros de plenitud absoluta, tiempo de desolación, de confusión o de clarividencia, de grandes cambios o confortable rutina. Años convulsos, otros plácidos. Sola, muchas horas sola en librerías y también acompañada. Al entrar cada uno se va, en silencio y sin pesar, a sus rincones predilectos, a la intimidad de la lectura de cubiertas, biografías del autor o las primeras páginas o las últimas páginas o las del medio. Horas sosteniendo el libro entre las manos, girándolo para decidir si vale la pena, si es necesario. Acompañada también de los más pequeños mientras crecían. Cuando aún son pequeños se deslizan hacia su rincón y cogen un «cuento» y se lo miran en silencio. Qué milagro el del silencio de los niños en una librería. El silencio de las criaturas cuando aún no saben leer y miran y palpan y disfrutan de las ilustraciones se convierte en un silencio denso cuando ya han aprendido a descifrar el enigma. Tantos años en librerías y ahora veo que en ellas me han crecido los hijos.

Dice Margarit que la libertad es una librería. Para quienes no disponíamos de presupuesto para tal lujo en las librerías nos conformábamos con olfatear un poco el aire de libertad tocando las novedades en las mesas para luego disfrutar de la libertad prestada de las bibliotecas. Durante años yo era usuaria de la Jaume Balmes de Vic, cuando aún estaba en el Palau Bojons y se llamaba así, antes de ser Joan Triadú y trasladarse al edificio del mueso del Art de la Pell. Cerca estaba La Mots, una librería pequeña pero bien surtida, resguardada en la calle Cardona. Tantas horas allí pasadas en silencio, soñando despierta, haciendo listas con los libros que algún día me compraría. Hace unos días pasé por delante de donde estaba, el local vacío, enrejado y lleno de polvo. Una pena, porque una librería es mucho más que una tienda de libros.

La librería de Isabel Coixet representa muy bien esa sensación de confort, de sentirse uno en casa, que provocan este tipo de establecimientos. Y sobre todo retrata la distancia abismal que se establece entre quienes leen y quienes no lo hacen. Ahora que la literatura solo tiene forma escrita en nuestras latitudes porque es ya difícil encontrar a alguien que narre con calma e intención de crear belleza, cuanto más leemos más nos apartamos de aquellos que no lo hacen.

Espacio de libertad

En el pueblo de la película a los vecinos no les basta con dejar que la librera habite su propio mundo acompañada de tantos autores, no soportan el espacio de libertad que ha construido y hacen lo posible para obligarla a cerrarlo. Y la palabra con la que se describe a la protagonista es coraje, que es lo que hoy tienen tantos libreros perseverando en la tarea de nutrir a sus lectores