IDEAS
Lo importante es el disfraz
La gente quiere diversión y juerga. Los fundamentalistas de la religión y del cómic les pedíamos demasiado a nuestros feligreses
Ramón de España
Periodista
Ramón de España
Nunca pensé que quienes defendíamos en los años 80 el cómic como un arte narrativo adulto tuviésemos nada que ver con los cristianos en general y los católicos en particular, pero estos días, esa posible relación me ha venido a la cabeza gracias a la celebración simultánea de Halloween y el Salón del Manga. En ambos acontecimientos, gran proliferación de gente disfrazada -niños y adultos- y reivindicación lúdica de algo que parece haber perdido, respectivamente, su aura religiosa y su condición cultural. Y quejas similares en ambos casos por parte de sectores fundamentalistas: los niños deberían disfrazarse de santitos, proponen los curas; los tebeos japoneses, salvo loables excepciones, solo son fantasías alienantes sin ningún valor literario, clamamos los ilusos que, años ha, nos creímos que los comics iban camino de convertirse en una disciplina cultural equiparable al cine o la novela.
La gente quiere diversión y juerga. Los fundamentalistas de la religión y del cómic les pedíamos demasiado a nuestros feligreses
Creyentes religiosos y creyentes culturales han sido aplastados por la realidad. Y la realidad consiste en que la gente quiere diversión, juerga y disfraces. Puede que los fundamentalistas de la religión y del cómic les hayamos pedido demasiado a nuestros respectivos feligreses. Desde el punto de vista cristiano, hay que reconocer que la festividad de Todos los Santos no ofrece mucha diversión; visitar cementerios, rezar en iglesias por los seres queridos que nos dejaron y tragarse esos comistrajos indigestos llamados 'panellets' no son actividades que fomenten la euforia y la hilaridad: ¡mucho mejor empapuzarse de caramelos (o de gin tonics) vestido de vampiro o de Puigdemont, disfraz de gran éxito este año, según me cuentan!
Art Spiegelman ganó el Pulitzer con su célebre 'Maus', ya lo sabemos, ¿pero a quién le apetece leer una historia deprimente sobre el holocausto judío pudiendo tragarse las aventuras de Naruto, vestido además de Naruto? El elemento friki, siempre presente en el Salón del Cómic, es omnipresente en el Salón del Manga: por eso sale en los telediarios, porque es más fotogénico que un cónclave de lectores de esos a los que les gustan los comics que te hacen pensar a la que te descuidas. Ya lo ven, amigos: meapilas y partidarios del cómic literario, unidos por el desprecio de los devotos del jolgorio y el disfraz. O cómo ciscarse en los muertos, reales o metafóricos, de tiempos pasados.
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