Los sábados, ciencia

Observar, comprender, ¡simular!

Por muchas analogías que puedan hacer, los ordenadores no tienen ideas brillantes ni pueden intuir

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JORGE WAGENSBERG

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Dos investigadores del CSIC, Ramón López de Mántaras y Pedro Meseguer González, acaban de publicar un breve y notable libro que es a la vez una iniciación y una actualización de la disciplina probablemente más influyente y con más futuro: Inteligencia artificial (editorial Catarata). Los ordenadores han cambiado el resto de las disciplinas científicas y nuestra propia vida cotidiana. España es el país de Europa con más smartphones por ciudadano.

Pero lo que quizá no se sepa tanto es que la inteligencia artificial ha cambiado también el mismísimo método científico. Hasta hace bien poco, el científico se movía solo entre dos grandes conceptos: la experiencia y la teoría. La experiencia es para observar y la teoría es para comprender. ¿Qué es observar? Observar es descubrir diferencias entre cosas que se parecen. ¿Qué es comprender? Comprender es descubrir convergencias entre cosas que no se parecen. Por ejemplo, tomar buena nota de la posición de un planeta en distintos instantes es observar. Por ejemplo, observar cómo cae una piedra, una manzana, una pera, o cómo se mueve un planeta o la galaxia entera y concluir que todos esos casos se rigen por las mismas leyes (la gravitación y las leyes de Newton), ah, eso ya es comprender.

Relación hasta hace poco binaria

Hasta hace bien poco, el avance del conocimiento científico era el resultado de una oscilación continua entre la experiencia y la teoría, entre el ejercicio de observar y el ejercicio de comprender. La relación era binaria, la teoría permite comprender la realidad y sugiere nuevas observaciones. Por otro lado, la observación permite derribar una teoría y sugerir otra nueva exenta de vacíos y contradicciones. La ciencia no acepta misterios ni contradicciones. Su vocación, por hipótesis de trabajo, es que la realidad es inteligible y que la mente humana es capaz de acceder a ella.

Pero los ordenadores y la inteligencia artificial han introducido un nuevo concepto que no es teoría (aunque a veces puede sustituirla) ni es experiencia (aunque a veces puede reemplazarla). Es la simulación. ¿Qué significa simular? Simular es utilizar la tremenda potencia de cálculo y de procesamiento de información para obtener el comportamiento de un Todo a partir de sus Partes y de las relaciones que rigen entre estas. Es lo que bien podríamos llamar síntesis, o bien a la inversa, a partir del comportamiento de un Todo, la simulación pretende obtener el comportamiento de sus Partes y de sus posibles reglas de interacción. Es el análisis. En los años 50 Bernie J. Alder fundó una disciplina llamada dinámica molecular, demostrando que con 200 moléculas virtuales se podía simular el comportamiento de un gas con cuatrillones de átomos. Incluso con solo 200 moléculas, la potencia de cálculo y de memoria que se requiere es monumental. No es una teoría. No es un experimento. Es una simulación.

Una suerte de tertulia a tres

La simulación a veces juega el papel de la observación. Muchas teorías de lo muy grande (cosmología), de lo muy pequeño (macromoléculas químicas) o de lo muy complejo (la etología de una familia de gorilas), con frecuencia son teorías imposibles de observar en la naturaleza (aquí la simulación juega el papel de experiencia) o son observaciones huérfanas de una teoría (aquí la simulación aspira a teoría).

He aquí el gran cambio del método. Después de siglos del diálogo binario entre experiencia y teoría, ahora confiamos cada vez más en una suerte de tertulia a tres: experiencia-teoría-simulación. Ahora las combinaciones binarias pasan a ser seis: experiencia-teoría, teoría-experiencia, experiencia-simulación, simulación-experiencia, teoría-simulación y simulación-teoría. Cuanto más compleja sea la realidad, más contamos con que una buena simulación nos ayude. De momento las veteranas teoría y experiencia tienen más credibilidad que la joven simulación. Pero no falta mucho para que la ciencia considere las tres aproximaciones (al conocimiento de la realidad) dignas del mismo rango epistemológico. El método de la ciencia ha cambiado poco desde Galileo, pero, como se puede ver, también cambia.

Ordenadores sin conciencia de sí mismas

Obsérvese, sin embargo, que de momento las computadoras no piensan en el sentido humano de la palabra. Superan al cerebro humano en muchas cosas, pero son incapaces de romper sus propias reglas. Por muchas analogías que puedan hacer, los ordenadores no tienen ideas brillantes ni son capaces de intuir. Por eso no tienen conciencia de sí mismos, ni se quejan cuando los desenchufan, ni se enamoran…(todavía).