Opinión | Editorial

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Tras el triste espectáculo de ayer, aún no es tarde para construir una última oportunidad de acuerdo

A buen paso, con un empeño digno de mejor causa, Catalunya se adentra en la confusión y el desgobierno. Ayer, se vivió una jornada impropia de una democracia avanzada, un bochorno que los ciudadanos catalanes no se merecen. En unas horas, Catalunya pasó de la inminente declaración de independencia, a convocar elecciones y a descartar la convocatoria de elecciones. La dimisión del conseller Santi Vila consellercerró el trepidante día político.

El president de la Generalitat anunció a los miembros del Govern y a los grupos parlamentarios de Junts pel Sí y de la CUP su decisión de convocar elecciones en diciembre, e incluso citó a los medios para la declaración formal como resultado de una mediación del lehendakari, mediación del lehendakari Iñigo Urkullu. Pero llegado el momento Puigdemont se echó atrás porque, según explicó, no tiene «plenas garantías» por parte de la Moncloa de que a cambio de convocar elecciones no se aplicará el artículo 155 de la Constitución. Cabe recordar que no hace muchos días la Moncloa afirmaba que esa convocatoria serviría para dejar el artículo 155 en un cajón. Las garantías que pide Puigdemont también incluyen la excarcelación de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart (lo que en un Estado de derecho no depende del Gobierno), moderar la acción de la fiscalía y desmontar el despliegue policial extraordinario en Catalunya. 

Cuando parecía que Puigdemont iba a convocar elecciones, parte del independentismo reaccionó con virulencia. Se tildó al president de «traidor», ERC anunció que dejaba el Govern y dos diputados del PDECat anunciaron su renuncia al escaño y la baja del partido. Puigdemont había roto el bloque independentista en una decisión sin duda muy difícil. Después, ni en la breve comparecencia ante los medios ni en el Parlament (donde no intervino) se refirió a una declaración de independencia. Lo hizo en su lugar JxSí, cuyo portavoz anunció que hoy se fijará «un nuevo rumbo» para Catalunya.

Puigdemont ha demostrado que está dispuesto a pagar el precio en sus propia filas que implica convocar elecciones y renunciar a la DUI.  Este jueves la desconfianza hizo que se perdiera una oportunidad. Hoy aún hay tiempo para salvar la desconfianza y construir otra. La gravedad del momento obliga a exigir sentido de Estado. Catalunya no quiere ni la DUI ni el 155. Entramos en tiempo de descuento.