UN PARTIDO EN LA ENCRUCIJADA

El PSC, clarividente en su desgracia

Los socialistas catalanes profundizaron durante décadas su conocimiento interior del Estado desde una concepción nacional de Catalunya muy mayoritaria, pero ahora están desprestigiados por su seguidismo de un PSOE transfigurado

Miquel Iceta y Núria Parlon, en una reunión de la comisión ejecutiva del PSC en enero.

Miquel Iceta y Núria Parlon, en una reunión de la comisión ejecutiva del PSC en enero. / EFE / ANDREU DALMAU

JORDI MERCADER

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Los catalanistas del PSC describen en dos frases las razones que nos han llevado hasta aquí: el PP no tiene ni idea de Catalunya y los procesistas de lo que es un Estado. Estas son las puntas de diamante tradicionales de Raimon Obiols y los suyos, clarividentes pero desaparecidos.Raimon Obiols y los suyos, Los socialistas catalanes profundizaron durante décadas su conocimiento interior del Estado desde una concepción nacional de Catalunya muy mayoritaria. Con cierto éxito. Pero esto es historia y ahora el partido está desprestigiado por su seguidismo de un PSOE transfigurado en enterrador de la obra culminante del catalanismo político: la Generalitat restablecida.

El artículo 155 es el Rubicón del PSC; de cruzar a la orilla de los constitucionalistas intervencionistas ni tan solo será bien recibido en la defensa de las instituciones catalanas, la nueva prioridad nacional gracias al fiasco del procés. Una injusticia para un partido que fue relevante en el catalanismo político, desde su apoyo el regreso de Tarradellas hasta la presidencia de la Generalitat que planteó un estatuto bilateral que hoy es todo un sueño. Pero así están las cosas para el PSC y sus dirigentes no son totalmente inocentes de la desgracia.

Ahí están los comunes para adueñarse de unos cientos de miles de votos imprescindibles para convertirse en alternativa de gobierno en Catalunya. De momento, los sondeos reflejan el escaso progreso del partido de Colau porque su mensaje todavía está algo verde y es dubitativo en esta materia del catalanismo político y porque el PSC aguanta en sus mínimos, en la expectativa de si se sale o no este mundo. De rechazar oficialmente el PSC la intervención de la Generalitat, coincidiría con Colau en su batalla contra la DUI y el 155, salvarían su acuerdo municipal y podría alinearse en el frente de la prudencia contra la temeridad desatada de unos y otros que puede convertir Barcelona en la capital de un Vietnam cívico, administrativo e institucional.

Las elecciones, una salidad responsable

Porque el Estado va a llegar, interpretando a su gusto la Constitución, para humillar al Gobierno independentista. La intervención de la Generalitat supone carta blanca para la brigada Aranzadi en la gestión del día a día. Cada mesa puede ser un Vietnam, como diría Josep Maria Huertas, y los expedientes por desobediencia a los funcionarios se acumularan. Y Puigdemont está acorralado. Unas elecciones, aunque sean calificadas de constituyentes, son una opción sin gloria para quien prometió mil veces un estado. Pero es una salida responsable para evitar que todo un país quede atrapado políticamente, socialmente y económicamente por sus ilegalidades (y los de sus socios) y por la beligerancia jurídica y policial del Gobierno central.

Las urnas legales son el antídoto a la tentación de salvar un error de cálculo mayúsculo con otro error: caer en la provocación de la insolencia jurídica de Rajoy y utilizar el sensacional apoyo popular del soberanismo en sentido amplio para luchar “pacíficamente en la calle” contra la fuerza de la ley, al 'estilo CUP'.