El ejemplo de Ripoll

Una de las consecuencias más temidas después de los atentados de Barcelona y Cambrils era el posible incremento de la islamofobia, especialmente en la población de Ripoll, de donde eran originarios los terroristas, reclutados por Abdelbaki Es Satty, que fue imán de la mezquita. Saber que los jóvenes islamistas eran vecinos, conocidos o amigos y que habían compartido la vida cotidiana, los juegos y la escuela con el resto de ciudadanos, supuso un impacto enorme para la localidad gerundense. En los días posteriores a la masacre, el centro de atención se localizó allí, con múltiples proclamas a favor de la convivencia y de la necesidad de no criminalizar a un colectivo enraizado en el pueblo. 

El retorno a los centros educativos fue la piedra de toque de cómo se iba a reaccionar. Conscientes de ello, el ayuntamiento, las autoridades educativas, los maestros y los educadores sociales, pusieron el máximo empeño en el intento de recobrar la normalidad.

Dos meses después de los hechos, como se infiere del reportaje que pulica este diario, la labor llevada a cabo ha dado sus frutos y ha evitado la hipótesis de un enfrentamiento entre comunidades. Ripoll se ha convertido en un laboratorio contra la islamofobia. Más allá del dolor y la estupefacción del primer momento, con la reflexión sobre la violencia y con la educación para el civismo como bandera, no solamente se han restañado las heridas sino que se han puesto las bases para un futuro en paz.