OPINIÓN
La eterna llamada del Tour
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Sergi López-Egea
No hace falta conocer de pe a pa el nombre de las figuras ciclistas. Ni siquiera tener cariño hacia este deporte para, al menos una vez en la vida, acercarse al Tour, si al Tour de Francia, y vivir de cerca toda la pasión que despierta esta competición hasta el punto de que se haya convertido en uno de los mejores espectáculos del mundo.
Si se escribe, por ejemplo, la palabra Tourmalet, cualquier persona la asocia al ciclismo, al mes de julio, al Tour. Si se pone el apellido Bahamontes enseguida se conecta a esta carrera porque suena de algo y hasta los más jóvenes creen haber oído alguna vez por casa que este hombre llegó una vez, aunque sea un lejano 1959, de amarillo a París.
Ellos pasan rápido
El Tour es un espectáculo que moviliza cada año a millones de franceses que se lanzan a la carretera y esperan, según los datos oficiales, un promedio de seis horas, apostados a una cuneta, muchas veces con la mesa y las sillas de cámping, el paso de la caravana publicitaria (decenas y decenas de coches que entregan regalos que generalmente no sirven para nada pero que vuelven loco al personal) y luego la de un pelotón ciclista que desaparece rápido, apenas unos segundos, a 40 kilómetros por hora. Tan rápido, y más estos últimos años con los cascos, que resulta imposible identificar a nadie. Y más, si encima, se comete la tontería de hacerse un 'selfie' aprovechando el paso de los corredores.
Las redes sociales
Por eso, muchas veces, el espectáculo hay que buscarlo más en el público que se lanza a la carretera que en los propios protagonistas deportivos. Es la magia. Es la llamada del Tour. La del 2018 se presentó el pasado martes en París y tal fue la expectación, el interés, las ganas de descubrir por dónde pasaba la prueba el año próximo, que se generaron hasta 18 millones de mensajes a través de las tres principales redes sociales. Faltan casi nueve meses, prácticamente un embarazo. Valdrá la pena ver la cara del bebé que nacerá, de ello no hay duda, vestido de amarillo.
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