Identidad sexual

Todos somos algo 'trans'

Yo estaba predestinado a llamarme Merceditas, pues nací el día de la Mercè en una época en que no se sabía el sexo con antelación

Lana Wachowski (izquierda) y su hermano Andy Wachowski (a partir de su proceso de cambio de género, Lilly).

Lana Wachowski (izquierda) y su hermano Andy Wachowski (a partir de su proceso de cambio de género, Lilly). / periodico

JULI CAPELLA

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A mí no me importaría haber sido mujer. Es más, si pudiese tener otra vida lo elegiría, para gozar la vida desde otra perspectiva y para comprobar cuán marranos somos los hombres.  Algunos optan por partir la vida, –es tan larga– cambiando de género a mitad de trayecto, como los/las hermanos/as Wachowski, directores de cine. Una excitante idea, sin duda cada vez menos marciana.

De hecho, yo estaba predestinado a llamarme Merceditas, pues nací el día de la Mercé en una época en que no se sabía el sexo con antelación. La familia estaba convencida de que haría honor a la santa patrona de la ciudad, pero no. Luego, recuerdo de preadolescente haberme disfrazado varias veces de princesa con gran éxito, pues todos me confundían con una chica, lo cual no dejó de turbarme. Hasta me teñí de rubio. Y mi nombre ambiguo ha contribuido también a feminizarme. La mitad de las cartas que recibía –ahora mails– iban encabezadas con «Sta.» o «Sra.».

Una vez viajé a Sevilla, debían venir a recogerme al aeropuerto. Pero al llegar nadie me esperaba. Todos los pasajeros fueron desfilando y solo quedaba una persona a la cual me dirigí, pero pasó de mí. Cuando llevábamos un cuarto de hora solos y él seguía mirando hacia el desembarque, insistí de nuevo. Claro él estaba esperado a la chica Juli no a mí. Menudo desengaño. 

Hace poco recibí una entusiasta carta de la Fundació Internacional de la Dona Emprenedora, invitándome como destacada mujer empresaria a sus premios, avisando que «últimamente los datos demuestran un descenso de mujeres empresarias y creemos que su presencia es fundamental este día». Estuve a punto de ponerme una peluca y asistir.

Bromas aparte siempre me he sentido bastante femenino. Pero debo confesar que tuve que superar una fase misógena iniciática, como todo machote de la época. Ahora prefiero rodearme de mujeres. Sobre todo si no intentan ser como los hombres. Pero confieso que aún se me escapa lo de piropear y abrirles la puerta. Me encantaría reencarnarme en monja disoluta.