Messi, o la atracción del abismo

Messi, junto a Saúl, en el partido Atlético-Barça.

Messi, junto a Saúl, en el partido Atlético-Barça. / periodico

Jordi Puntí

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Últimamente se lleva mucho la metáfora del precipicio. La utilizó la CUP en su vídeo sobre el fin del 'procés', despeñando una furgoneta por un barranco, y se ha convertido también en uno de los motivos para describir el estado de ánimo de muchos catalanes. ¿Cómo terminará este asunto? ¿Seremos todos émulos de Thelma y Louise, cerrando los ojos antes del salto final, o en el último segundo descubriremos que el precipicio escondía, ¡alehop!, un saltito insignificante?

Los artistas románticos mostraron con sus obras la atracción del abismo, esa necesidad de acercarse al peligro, casi como un descenso a los infiernos donde encontrar su plenitud. Esta semana Leo Messi se disfrazó de genio romántico y se paseó por el borde del precipicio. La amenaza de quedar fuera del Mundial, con esa selección de Argentina tan insulsa, le llevó a jugar quizá el partido más bestia de su carrera, y lo resolvió con una gran actuación: tres goles soberbios para finiquitar las dudas.

La principal conclusión que debemos sacar de todo esto en clave azulgrana es que Messi se ha acercado al abismo del fútbol y lo ha mirado a los ojos. Uno puede temer que lo que ahora nos espere sea una temporada contemplativa, como la que vivimos antes del Mundial de Brasil, cuando el Tata Martino entrenaba al Barça y hubo partidos de esa Liga en los que el argentino deambulaba por el campo como un filósofo de la escuela peripatética. Qué incrédulos fuimos, qué ingenuos. Messi no se reservaba, era si acaso el termómetro del equipo: si él funciona, todo funciona. Además hoy Messi es otro, y más sabio:  ya ha perdido una final del Mundial, y una Copa América por añadidura, y también conoce bien ese lado del abismo.

El gran funámbulo Philippe Petit, que hace años se hizo famoso por cruzar en un alambre entre las Torres Gemelas de Nueva York, suele decir que el cable es para él un lugar más seguro que las calles, y que todo trayecto es un equilibrio entre el caos y el orden. Como él, el Barça de Ernesto Valverde juega bien cuando halla justo equilibrio entre el caos y el orden. Lo vimos este sábado ante el Atlético, con una segunda parte de un gran nivel táctico y de colocación, donde incluso las sustituciones extrañas –¿Iniesta fuera y Gomes dentro?– jugaron a favor del equipo, y al final el empate merecido supo a poco.

Viniendo de su exhibición en Ecuador, quizá el del Wanda Metropolitano no fue el mejor día de Messi, aunque lanzó dos faltas que casi se contaron por goles. Alguien se preguntará qué representó el 'crack' argentino en ese juego del orden y el caos que definía Philippe Petit, y la respuesta está clara: este sábado Messi fue el alambre, el cable que todo lo tensa.