Catalunya y el 1-O

'That's all folks'

El otoño de la democracia catalana no puede pararse con las manos

ilustracion  de maria  titos

ilustracion de maria titos / periodico

ARTUR MAS

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'Democracia: forma de gobierno en la que el poder político lo ejercen los ciudadanos'. Es la definición de la Real Academia Española. Y hoy me parece especialmente adecuado recordarla. Y es que hoy, 1-O, toca poner la teoría en práctica, pese a quien pese y a pesar de las adversidades. Porque no se trata ya, solamente, de una cuestión de legalidad, como recordaban hace unos días expertos de la ONU; de lo que estamos hablando es de una grave amenaza a los derechos fundamentales: la libertad de expresión, de reunión, de asociación y de participación pública. Y ante tal instinto represivo del Estado español –que no de España– existe únicamente una respuesta posible, el voto y la movilización cívica, que hace años que practicamos de forma ejemplar.

Las instituciones españolas nos han ido cerrado, una a una, todas las puertas que les abrimos durante 10 años 

Hoy, más que nunca, es importante hacer memoria. Si hemos llegado a este punto es porque a lo largo de la última década las instituciones españolas nos han ido cerrando, una a una, todas las puertas que les abríamos a una salida negociada, pactada, dialogada, consensuada –adjetivos que parecen haber desaparecido del diccionario del presidente Rajoy y compañía–. Lo hemos intentado todo, perseverantes, y la respuesta ha sido siempre la misma, un no mayúsculo. Hace ahora 11 años, en el verano del 2006, los catalanes dijimos 'sí' al Estatut en un referéndum vinculante. Por cierto, sobre el cual el mismo Rajoy –por aquel entonces en la oposición– decía que «cuando los ciudadanos quieren un referéndum, la respuesta no puede ser: tranquilos, no pasa nada, confíen en mí». Cuatro años después, ese gran pacto constitucional saltaba por los aires con la sentencia del Tribunal Constitucional. Una decisión que atentaba directamente contra la Carta Magna. Porque es la propia Constitución la que dice que la última palabra sobre el Estatut debíamos tenerla los catalanes validando en referéndum el acuerdo previo entre el Parlament y las Cortes españolas. Ahí empezó el efecto dominó, la cadena de errores que ha ido empalmando el Gobierno español en su gestión del tema catalán.

De pacto fiscal, ni hablar

Ya en el 2010, no supieron calibrar la dimensión de la gran manifestación que llevaba por lema 'Som una nació, nosaltres decidim'. Ni la del 2012, con aquella pancarta 'Catalunya, nou estat d’Europa' que ya dejaba intuir una evolución evidente. Recogiendo ese latido, yo personalmente fui a la Moncloa con una propuesta, la del pacto fiscal, que pudiera satisfacer los anhelos de una gran mayoría de catalanes. Pero de pacto fiscal ni hablar, me contestó Rajoy. Y en Catalunya, el clamor popular seguía latiendo, cada vez con más fuerza. Y lo volvimos a intentar, en abril del 2014, por la vía constitucional, en esa ocasión solicitando un acuerdo para organizar una consulta vinculante. Tampoco. Ni siquiera la última oferta, la de pactar las condiciones del referéndum –la fecha, la pregunta, la aplicación del resultado–. Nada, no quieren. Y Catalunya ha dicho basta, 'That’s all folks', que dirían los de Warner.

Un referéndum no es ilegal

Celebrar un referéndum no es ilegal. Por mucho que algunos se entesten en repetirlo, en ningún lado está escrito que sea delito. Ya no. En el 2003, para blindarse de los planes del lendakari Ibarretxe, el PP lo incorporó en el Código Penal; pero en el 2005 el presidente Zapatero lo despenalizó. Hecho el matiz, en el fondo, lo esencial hoy es saber que esto no va, solamente, de legalidad; ni siquiera, solamente, de independencia. Va, sobre todo, de democracia. En la Europa del siglo XXI, un Estado vuelca toda su fuerza judicial y policial para combatir las urnas. Las urnas, que no las armas. Tal vez merezca la pena recordarles a todos los que comandan las instituciones españolas que en el 9-N los fiscales se negaron a mandar a las fuerzas de seguridad a impedir la consulta, como pedían la Falange y Plataforma por Catalunya. ¿La razón? Que no era oportuno porque el riesgo de alteraciones del orden público sería más grave y peligroso que la gente yendo a ejercer su derecho a voto. De cajón, ¿verdad?

Hoy es 1-O, estamos llamados a participar, votando. La primavera no puede pararse con las manos. Tampoco el otoño de la democracia catalana.