Geometría variable

¿Hemos perdido la cabeza?

El 'caso Serrat' y el «a por ellos» indican unas querencias tribales y peligrosas

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JOAN TAPIA

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Creo que la última declaración de PIMEC refleja lo que piensa mucha gente: hay que respetar la legalidad, pero sin enterrar los sentimientos. El problema es cuando la emoción -que siempre acompaña a la política- se convierte en irracional y degenera en fanatismo.

¿Está pasando ahora? El pasado viernes me impactó un tuit de G.N.F. que, en catalán, se dirigía así a Joan Manuel Serrat: «Eres la vergüenza de Catalunya. Por las barbaridades que dices no mereces ser catalán. En el país nuevo no te querremos». Ya sabemos que un tuit es solo un tuit… pero ayuda a su compañero. Y los ataques a Serrat dejan entrever un 'apartheid' político-cultural de la peor especie. Si le humillan a él, ¿qué puede temer el ciudadano anónimo, sospechoso de españolismo, de algún grupo de hiperventilados?

En el catalanismo del tardofranquismo hubo tres cantantes y poetas con gran influencia. Lluís Llach ha optado por ser diputado independentista y estandarte de parte de Catalunya. Serrat, por la discreción y la profesión, pero sin abdicar del derecho a expresar -de tanto en tanto- sus opiniones. Unos le excomulgan y otros quieren que 'Mediterráneo' sea un himno de combate. Y Raimon, el del «'jo vinc dun silenci antic i molt llarg'», se refugia en el cuasi-silencio. Supongo -es mi opinión- que no piensa como Llach, pero que no le gusta ni contrariar a muchos de sus seguidores ni -menos todavía- ser instrumentalizado por los que nunca le han querido ni respetado.

Actitud inquisitorial

Tres catalanistas que no se comportan igual. Lógico. Lo es menos que algunos de sus seguidores hablen de expulsar («no te querremos en el nuevo país») a los de los otros. Es una actitud inquisitorial que no puede ser cimiento de nada y que creía incompatible con Catalunya. ¿Ha oído alguien a Llach -o incluso a Santi Vila- defender en voz alta, no en susurros, el derecho de Serrat a expresarse?

El CEO que, salvo conspiración, no está manipulado por Madrid, constata que la independencia divide a los catalanes en dos mitades prácticamente iguales. ¿Es sensato querer construir algo azuzando esta división? Nadie tiene hoy el monopolio del fanatismo. Conozco a no independentistas que se han transmutado en cruzados y que ven algo turbio en todo partidario de la tercera vía.

Y la locura no se circunscribe a Catalunya. En ciudades del sur de España se vitorea a los guardias civiles que vienen a Catalunya como héroes que van a luchar contra el infiel y se les anima con gritos tribales de «a por ellos, oé». ¿Hemos perdido la cabeza? Y en TVE he oído a un tendero de Sevilla decir que se ha disparado la venta de banderas. ¿Reaccíón a las 'estelades'?

Nostalgias

El exclusivismo desencadenado es contrario a la democracia. Y los gobiernos -de allí y de aquí- que lo disculpan están haciendo un mal negocio. Cada día siento más nostalgia de aquel Adolfo Suarez, que vistió camisa azul pero que supo escuchar a un 'president' elegido en el exilio, quizá fruto de una conspiración judeo-masónica. Y de aquel Tarradellas, de ERC, que tan poco se parece al diputado Rufián.