A PIE DE CALLE

¿Cuántos grupos de WhatsApp ha dañado el 'procés'?

He dejado de hablar con la familia y los amigos de algo que ha roto el buen rollo, la convivencia, entre nosotros

La bandera 8Manifestación de la Diada en la plaza de Catalunya.

La bandera 8Manifestación de la Diada en la plaza de Catalunya.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Puede que usted sea como yo, o no. Puede que tenga una opinión formada sobre el ‘procés’, pero no se atreva a contársela a nadie. Y le entiendo, la verdad. Yo sí la cuento. El otro día dije por la radio que estaba de acuerdo con el testimonio de Rafa Nadal, que declaró su amor por Catalunya, donde se siente feliz, pero lamenta la falta de diálogo para encontrar una salida a este lío. Y dijo que se sentía español y quería una Catalunya dentro de España. Como no estoy en las redes sociales, como no tengo Twitter (ni tendré), ni Instagram ( y eso que estoy tentado porque amo la fotografía), ni Facebook, supongo que me insultarían por compartir la opinión de ese monstruo.

Usted, como yo, lee casi todo lo que se escribe. Es una manera interesante de vivir el ‘procés’ y, sobre todo, te acerca lo mejor y lo peor de las dos orillas. Lo malo, en el fondo, es que al final ese río, ese mar, ese océano de sonrisas puede convertirse en un tsunami de desencanto, desilusión, engaño y puede, sí, que hasta tenga tintes finales de ‘kale borroka’, pues, como dice un amigo del alma, “tener, tienen, jóvenes que pueden quemar containers, al margen de pinchar las ruedas y pintar un autobús turístico”.

Retortijones en el estómago

He leído y leo tantos artículos, tantas opiniones, tantos discursos y alegatos en uno y otro sentido, que me extraña que nadie haya reparado, de verdad, en serio, en algo que, personalmente, me hace cosquillas en el corazón, me provoca retortijones en el estómago y, sobre todo, me demuestra que a los inventores de este fenómeno, que si se llevase a cabo bajo el paraguas de la legalidad (la española y la catalana, que también se ha arrinconado), podría hasta compartir (el referéndum, el voto, que no la independencia), les importan bien poco la convivencia.

Lo siento, o no, pero lo peor del ‘procés’, lo más dañino, es que ha roto la convivencia, el buen rollo, entre nosotros. Llámenme exagerado, idiota, follonero (eso sí me gustaría, ser el Follonero, ese sí es grande), peligroso, desestabilizador pero yo he dejado de hablar en familia del tema, he dejado de hablar entre los amigos del asunto, he dejado de hablar en el trabajo del ‘procés’ y hace ya mucho tiempo que he establecido la norma que, si salimos a cenar, no se habla del asunto. Para no pelearnos, no por otra cosa.

Yo nunca creí que un grupo de WhatsApp familiar, otro de amigos y otro del trabajo, se convertiría en la madre de todas las batallas. Yo jamás pensé, de verdad, que ese sobrino maravilloso que tengo de la CUP, brutal, un tío con dos cojones, un chaval que ha salido adelante con todas las plagas del mundo encima, licenciado universitario, solidario como pocos, una auténtica ONG con patas, acabaría casi, casi, insultándome en el washap familiar, hasta que le recordé que yo era el hermano de su padre, ya fallecido.

En la máquina de café del hospital

Yo he ido al hospital donde cada mes me miden la presión de mis ojos con glaucoma y la doctora, maravillosa, ha cerrado las puertas y ventanas y hemos hablado del tema “porque necesito hablar con alguien, Emilio, pues aquí, en la máquina de café, hay doctores que se vuelven locos cuando defiendes determinadas posturas ¡y tienen siete años de carrera! y, antes, eran seres encantadores con los que se podía hablar de todo y discrepar ¡por supuesto!, pero de manera civilizada”.

Mi familia ha sido, créanme, una tortura de muertes incomprensibles. Yo perdí a mamá teniendo 15 años (y tengo 65) y ¡mierda! perdí a papá, justo cuando se había jubilado y empezaba a disfrutar de la vida y sus nietos, más que de sus hijos. Y se me han muerto en las manos hermanos mucho más jóvenes que yo. Y uno de ellos (que ya les conté cierto día), Pepo, nuestro ‘Superman’, se fue apagando por culpa de una ELA asesina. Y todo, todo, bodas, nacimientos y separaciones incluidas las hemos llevado de maravilla, en vivo y en directo, en washap y en fines de semana, comidas y cenas en casas de unos y otros, en 'calçotades' en Santes Creus….pero llega el ‘procés’ y ¡boooom! lo torpedea todo.

Es evidente que la sangre nunca, jamás, ha llegado al río. ¡Faltaría! Hasta que alguien dice se acabó de hablar de esto en el washap familiar. Se acabó. Eso ha logrado este ‘procés’: que pongamos barreras, líneas rojas, entre nosotros. Me dirán que no todas las familias, ni grupos de amigos, ni compañeros de trabajo son así. Puede. Pero a eso les responderé que yo, con todos los que hablo, me dicen que les pasa lo mismo. Por eso lo escribo, para que los que han provocado este lio sepan el daño colateral que están provocando. Que, insisto, dados los insultos, no sé si tiene vuelta atrás. Ni con diez 'calçotades' seguidas.