LA CLAVE

Nuestos ídolos de cartón

La líder birmana y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.

La líder birmana y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. / periodico

Marta López

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Llegan con balas, machetes o bidones de gasolina. Son soldados y milicianos que violan a las mujeres, decapitan a los niños, encierran y queman a los hombres. Los relatos de las atrocidades cometidas contra la minoría rohingya en Birmania se multiplican en boca de diferentes testimonios en el estado de Rakhina, fronterizo a Bangladés.

El Ejército acusa a los rebeldes rohingya de ser los autores de esas salvajadas. La ONU lo pone en duda. Todo es difícil de verificar porque el Ejército tiene sellado Rakhina. Solo una realidad, o dos: las columnas de refugiados que desde el 25 de agosto han cruzado la frontera hacia el paupérrimo Bangladés (son ya 150.000), y las imágenes de satélite que enseñan localidades reducidas a cenizas y cadáveres apilados a las orillas de los ríos. Tierra arrasada.

Y seguimos sin saber quienes son los rohingya y por qué sufren desde hace años esa horrible persecución. ¡Birmania… qué país más lejano! Pero lejana era también Aung San Suu Kyi cuando su fotografía llenaba los conciertos de U2 con miles de caretas de cartón y el público entonaba el 'Walk on' que le dedicó Bono. 

Símbolo de resistencia

Suu Kyi, bajo arresto domiciliario durante 15 años, fue un símbolo de la lucha por la democracia en Birmania, por lo que recibió el Nobel de la Paz en 1991. Su compromiso le llevó a no abandonar nunca su país, ni cuando su marido agonizaba de cáncer y murió solo, ni para ver crecer a sus hijos en el Reino Unido.

La semana pasada, la líder birmana rompió su largo silencio sobre los rohingyha para denunciar un «iceberg de desinformación» sobre esta crisis ya humanitaria. ¿Será ese el precio que debe pagar para seguir al frente del país cuando apenas tiene ninguna influencia sobre el Ejército?  Un precio demasiado alto para alguien que tanta cara plantó a los generales y que conserva intacta su autoridad moral.

Cientos de miles de personas de todo el mundo han puesto en marcha una recogida de firmas para que se le retire el Nobel (¿a cuántos más se debería sacar de la lista?). Cabría preguntarse también con qué frivolidad nos rendirnos también nosotros a los ídolos de consumo rápido. Ídolos de cartón. H