Análisis

La agonía del mundo rural

España no ha sabido revertir el abandono del campo pese a los ingentes fondos estructurales que ha recibido de la UE

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XAVIER MARTÍNEZ CELORRIO

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En verano los pequeños pueblos multiplican su población por cuatro o por cinco. Tras las fiestas locales y el fin de agosto, vuelven a su estado natural de quietud, soledad y despoblamiento. Micropueblos sobreenvejecidos, sin futuro económico y sin servicios que viven una lenta agonía que siempre empieza desde el momento en que se cierra la escuela por falta de niños. Con las migraciones de los años 50 y 60, la empobrecida España rural quedó casi despoblada mientras crecían sin planificación alguna las ciudades-dormitorio y los barrios obreros. Es el modelo 80/20 que nos dejó en herencia el desarrollismo franquista: el 80% de la población concentrada en el 20% del territorio y un gran Madrid que ha vaciado las dos Castillas. Así se ha configurado esa España vacía tan bien retratada en el ensayo de Sergio del Molino y que vemos en las fotos nocturnas de los satélites.

Con los cambios recientes en la política agraria europea y el mayor poder de la agroindustria sobre los pequeños agricultores, el despoblamiento rural irá a más. Ahora mismo una megafactoría de 20.000 vacas quiere instalarse en Noviercas (Soria) en una de las llamadas siberias castellanas. A pesar de crear algo de empleo, sus costes medioambientales serán catastróficos, así como el riesgo de hundir aún más el precio de la leche y hacer cerrar las pequeñas granjas lecheras del noroeste español. Son inversiones-milagro para la localidad, como cuando se promete un almacén de residuos, un gran casino o un parque temático en zonas despobladas.

Abandono institucional y cultura rentista

En Catalunya, la despoblación rural afecta a todo el Pirineo, el Solsonès y la Terra Alta. Especialmente grave es el caso del Pallars Sobirà, con una densidad de cinco habitantes por kilómetro cuadrado, en contraste con Laponia, que tiene ocho habitantes pero con una climatología extrema. No obstante, a muchas zonas de la España interior ya les gustaría contar con el dinamismo económico de Lleida. Sobre todo al desierto demográfico llamado Serranía Celtibérica, que engloba a Soria, Guadalajara, Teruel y Cuenca, con menos densidad que Laponia. Es el triste resultado de décadas de abandono institucional y de una cultura rentista muy conservadora de sus mismos vecinos. Los millones de ahorro de esas provincias apenas se han destinado a inversión en nuevos negocios, turismo rural o sostenibilidad. Es una región sin cultura capitalista ni élites interesadas en su desarrollo endógeno.

Entre el 2000 y el 2020, España habrá recibido 129.000 millones de euros de fondos estructurales sin que se haya sabido revertir la despoblación rural. Países como Finlandia o Escocia son ejemplares en todo lo contrario, con buenas políticas de desarrollo rural. Aquí, los fondos llegados de Bruselas los han gestionado y malgastado las comunidades autónomas en las ciudades y sin ninguna visión de Estado sobre las necesidades del mundo rural. Para algunos, la unidad de la patria pasaba por construir el AVE y abandonar a la España vacía a su suerte. Como siempre ha hecho la oligarquía española contra el campesinado, tal y como relata Gerald Brenan en 'El laberinto español'. Ahí seguimos.