TERRORISMO SECTARIO
¿Quién dijo miedo?
Debemos replantear nuestro ascensor social desterrando la idea de 'integración' y sustituirla por la de 'aportación'
Anna García Hom y Ramon-Jordi Moles
Socióloga y profesor titular de Derecho Administrativo, respectivamente.
ANNA GARCIA HOM / RAMON J. MOLES
Los atentados de Barcelona y Cambrils han generado una respuesta colectiva simbolizada en el eslogan 'No tengo miedo' y el marco mental dominante culpa de tales fechorías al terrorismo yihadista como sinónimo de fanatismo religioso. ¿Debemos tener miedo del fanatismo religioso? No estamos seguros de ello porque los perfiles de los terroristas varían, además de otros factores, también en cuanto a perfil religioso (desde sujetos muy practicantes a recién llegados). No parece pues este fanatismo la única causa eficiente, aunque sí que aparece como la justificación pública de tales delitos. Además, se puede ser fanático sin llegar a cometer actos de tales magnitudes.
Tampoco por cuanto el islam no es solo una religión sino una forma de vida (el papel de un imán es más amplio que el de líder religioso), con lo que, de ser así, estaríamos ante una práctica rigurosa de una forma de vida, lo que es desmentido por las trayectorias vitales de muchos de los terroristas. Recordemos por ejemplo que el perfil de los de Barcelona y Cambrils se parece poco al de los de París, Niza, el 11-S o el 11-M: eran 'chavales' de Ripoll 'integrados'.
Si no es el fundamentalismo religioso, ¿cuál puede ser entonces una de las causas eficientes del llamado terrorismo yihadista? Apuntamos una hipótesis. En los casos analizados aparece un elemento común muy relevante: la manipulación de los sujetos –la mal llamada 'radicalización'-. Manipulación, sí, porque no puede radicalizarse quien ni siquiera es practicante moderado. La manipulación no es un fenómeno nuevo: cualquier secta se beneficia de estas técnicas para captar adeptos, y este caso no es una excepción. Estas técnicas de lavado de cerebro se ceban en víctimas propiciatorias a las que progresivamente se aísla de su contexto y se les construye una realidad paralela en la que son los elegidos para actuar según las instrucciones de su captador o controlador.
Un contexto propicio
Para que existan víctimas manipuladas con éxito a prestarse a cometer atentados es preciso un contexto propicio, con una fractura – aunque sea latente- social, familiar, económica, religiosa, que sirva para justificar el aislamiento progresivo del sujeto. Si internet pone las cosas fáciles al captador el contexto determina su éxito.
De ser cierto esto, deberíamos cambiar las estrategias de abordaje del problema: no es fanatismo religioso, es terrorismo sectario. Además de persistir en el buen trabajo de análisis de inteligencia y superar los meros estudios estadísticos, debemos conseguir la mayor adhesión posible por parte de las confesiones religiosas -especialmente la islámica- para desterrar la idea de la 'guerra de religiones', puesto que esta es la que beneficia a sectas como Daesh, a Al Qaeda y a sus filiales. Debemos replantear nuestro ascensor social desterrando la idea de 'integración' y sustituirla por la de 'aportación'. De no hacerlo aparecerán nuevos manipulados (quizá con otras banderas) que servirán de carne de cañón para generar de nuevo el miedo.
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