Mirador

Un abrazo, Barcelona

Desde fuera de la zona de encuentro, convivencia y tolerancia nos venden épica, pero solo recogemos dolor

Centeranes de personas reunidas en el mosaico del Pla de l'Os

Centeranes de personas reunidas en el mosaico del Pla de l'Os / periodico

NACHO MURGUI Y GUILLERMO ZAPATA

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A veces escribimos para entender lo que sucede, a veces para mandar un saludo, a veces para decir a alguien que le queremos.

Escribimos esto apenas unos días después de los terribles atentados que han arrebatado la vida a 15 personas en Barcelona Cambrils, y dejado decenas de heridos en la Rambla de la capital catalana. Lo escribimos para mandar un mensaje de cariño y afecto a las familias de las víctimas, a las personas heridas y a ambos municipios.

Lo hacemos sabiendo que estos días hemos asistido al horror, pero también a su reverso. El dolor y el reverso que Madrid conoce bien: las donaciones de sangre, la vivienda que se cede a quien lo necesita, los servicios de emergencias y seguridad trabajando sin descanso, la gente que se echa a la calle para que no nos arrebaten el derecho a estar juntos y defender una vida en paz.

Escuchamos emocionados y admirados a una ciudad que se levantaba frente al horror y gritaba «no tenemos miedo». Solo desde ese lugar en el que podemos estar juntos podremos seguir caminando sin miedo por las calles de nuestra ciudad, tenga esta el nombre que tenga.

En defensa de la zona gris

Escribimos entonces desde y en defensa de la zona gris en la que se encuentran los diferentes.

La zona gris es ese espacio de convivencia que el terror, el fanatismo y la intolerancia quieren evaporar. La zona gris, en realidad, no es gris, es precisamente el lugar donde la vida es posible. Solo en ese lugar lleno de fragilidad, de incertidumbre, de emoción, es posible vivir hoy y evitar que el mundo se nos rompa en pedazos.

La zona gris es un oasis, un puerto, una plaza.

Un barrio que hemos ido construyendo desde la diversidad y al que nos incorporamos desde nuestras diferentes creencias, culturas, biografías... Desde el que componemos una ciudad libre, abierta y cosmopolita. No siempre ha sido fácil. A menudo este espacio común se ha levantado enfrentando poderosos intereses políticos y económicos, peleando contra el fanatismo y el miedo. Ha exigido un esfuerzo colectivo que ha respondido a la necesidad de construir la convivencia como condición de posibilidad de una vida digna.

Ciudades valientes

Los atentados de Barcelona y Cambrils y quienes los instigaron, las movilizaciones de hace no tantos días en Charlottesville, donde fue asesinada Heather Heyer, los bombardeos sobre población civil, insisten en decirnos que la seguridad está fuera de la zona gris, que nos sentiremos seguros el día que abandonemos toda esperanza de entendernos con las otras personas, el día que los muros venzan a los puentes. Pero esos lugares fuera de la zona gris toman la forma de ciudades devastadas, de vehículos convertidos en armas, de bombardeos y guerra. Desde fuera de la zona gris nos venden épica pero solo recogemos dolor.

Nos llaman cobardes y buenistas por querer habitar la zona gris, pero creemos que las gentes de Barcelona que han insistido tanto tanto tanto estos días en ensanchar dicha zona son, por el contrario, muy valientes. Amamos las ciudades valientes que defienden la paz, la apertura, la mezcla, el entendimiento.

Nuestras vidas se han ido construyendo cada vez más en esos espacios de encuentro. Ni siquiera las políticas más restrictivas en materia de migraciones, la existencia de instituciones como los CIE o las situaciones de crisis y dificultad material que en ocasiones hemos tenido que padecer han conseguido acabar con esa realidad de nuestras ciudades. Hemos compartido el barrio, la escuela, hemos vivido la precariedad laboral y el desempleo como un problema común. Jugamos al fútbol en las mismas pistas, compramos en las mismas tiendas y recorremos juntos las mismas calles. Con dificultad, con errores, cotidianamente, hemos tejido lazos que resistirán.

Esto nos permitirá no tener miedo ni ceder al odio.

No nos resignamos al horizonte de guerra y retroceso en materia de derechos civiles y democráticos que quieren imponer quienes siembran el odio. No vamos a renunciar a nuestra libertad.

Seguiremos conviviendo con libertad y diversidad. Resistiremos y seguiremos construyendo.

Ahora y siempre, si Barcelona no tiene miedo en Madrid 'no tenim por'.

El sábado nos vemos en la mani