Opinión | Editorial

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El éxito de El Prat 'low cost'

La dirección de Aena en Barcelona ha sabido construir una oferta singular para competir en el mercado aéreo

Aviones estacionados en el aeropuerto de El Prat.

Aviones estacionados en el aeropuerto de El Prat.

El aeropuerto de El Prat ha superado los cinco millones de pasajeros durante el mes de julio y casi alcanza al de Barajas, que sigue a la cabeza a los aeródromos españoles. Todo apunta a que en agosto se producirá este adelanto, como ha ocurrido en otros veranos. Este es claramente un éxito de la gestión de El Prat desde la inauguración de la nueva terminal T1. Los responsables de Aena han sabido generar una oferta singular en un mercado hipercompetitivo. Las cosas habrían podido ser de otra manera si España hubiera asimilado su modelo aeroportuario a los mayoritarios en Europa, basados en la descentralización y la competencia entre aeropuertos. Un  modelo centralizado obliga justamente a la especialización. De manera que si el gran hub español se ha situado en Barajas por sus conexiones con América y con Asia, a Barcelona se le ha reservado el mercado de las aerolíneas low cost, ligado al turismo intensivo y con conexiones diarias con la mayoría de capitales europeas. Esta oportunidad se ha aprovechado con buena nota e incluso ahora trata de extenderse al nuevo mercado de low cost transoceánico con las apuestas de Norwegian y Level, que se suman a las locales de Vueling, Ryanair y Easyjet.

Nada que reprochar, pues, ni a Aena ni a los responsables del aeropuerto de Barcelona, que ha encontrado su lugar en el mercado de acuerdo con la legislación aprobada por la mayoría del Congreso de los Diputados e impulsada por el Gobierno del PP, que optó por la privatización de Aena antes que por la segregación de los aeropuertos. Es una opción que, lógicamente, tiene consecuencias. Consagra a Madrid como la principal capital económica española y a Barcelona como el principal destino turístico. La masificación de la ciudad y el tipo de visitantes que recibe están asociados al tipo de conexiones que tiene el aeropuerto y están en la base de la multiplicación de negocios asociados a esta actividad y liderados por empresarios locales. Los éxitos y los fracasos de ese modelo no son ninguna fatalidad sino el resultado de un conjunto de decisiones, desde organizar unos Juegos Olímpicos hasta optar por un determinado mercado aéreo. Y en ese mercado –conviene no olvidarlo– se compite fundamentalmente gracias a los bajos costes, como se ha podido ver a la perfección en la crisis de los vigilantes de El Prat.