España diferente y petróleo turístico

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Jesús Rivasés

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Los mercados, en el décimo aniversario -8 de agosto- del inicio de la Gran Recesión, contienen el aliento ante las bravatas del líder norcoreano Kim Jong-un y las respuestas, subidas de tono, de Donald Trump. Jonathan Freedland, prestigioso analista de 'The Guardian' escribe que "Trump nos ha llevado al borde de la guerra nuclear" y se pregunta "¿podrá ser parado?", mientras recuerda que todos sus predecesores que protagonizaron crisis nucleares supieron controlarlas.

España, mientras tanto, asiste perpleja a la aparición del "borrokismo" turístiperplejo estrambótico debate sobre las bondades y "peligros" del sector. Los actores y los argumentos son diferentes, pero el debate ya surgió en la época -años 60 del siglo XX- en la que Manuel Fraga, entonces ministro de Franco, popularizó el  eslogan "España es diferente". Era el reclamo para atraer turistas y su dinero a un país atrasado y sometido a una dictadura en la que muchos de sus jerifaltes temían lo que podía traer, de libertad y apertura -y en efecto trajo-, el turismo.

En España -y por lo tanto en Catalunya-, el turismo fue la primera ventana que se abrió a la libertad y, además, con el paso de los años se convirtió en uno de los grandes motores económicos del país, sobre todo con su eclosión tras la consolidación de la democracia y la entrada en la Comunidad Europea. El turismo, un sector que aporta unos ingresos de unos 125.000 millones de euros -el 12% del PIB-, es el petróleo español. España, según datos de Exceltur, asociación que agrupa a una treintena de grandes empresas del sector turismo, ingresa por turismo 40.000 millones de euros anuales de lo que obtiene Arabia Saudí por la venta de petróleo. En términos per capita los ingresos saudís son mayores por la menor población del país, pero las cifras están ahí.

España, por fortuna, hace tiempo que dejó de "ser diferente", en el sentido del reclamo publicitario del Fraga franquista. Ahora, uno de sus grandes atractivos -además de unas infraestructuras espectaculares, únicas en Europa-, es ser un país de los más desarrollados de Europa, que ofrece buen clima, buenos precios y que, además goza -digan lo digan radicales de todo signo y condición- de un Estado del bienestar envidiable, que también se sostiene gracias a la actividad turística, interna y externa.

La mitad de los ingresos procedentes de turismo, unos 60.000 millones -según el Banco de España-, los generan los turistas extranjeros. Sin ellos el déficit de la balanza de pagos sería inasumible. El turismo, es cierto, puede generar algunos excesos, que se pueden corregir, sin llegar al "borrokismo turístico". Ha habido quejas, pero nadie recuerda campañas anti turistas en París o Nueva York, por ejemplo. España fue diferente, pero los grandes éxitos llegaron con esa "normalidad" que algunos sueñan con liquidar. Mientras todos pendientes de Trump y del loco coreano.

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