Dos miradas

El desconcierto

El objetivo final del terrorismo no es la inmediatez del terror sino la posibilidad de su inminencia futura

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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De lo que se trata es de intervenir en la vida de cada día o en aquellos momentos en los que te relajas y solo piensas en pasear, en ir a un concierto, en disfrutar de una noche de fiesta con los amigos. Y quien dice intervenir, claro, dice atropellar, masacrar, asesinar. Pero intervenir lo engloba todo, porque el oscuro deseo de los terroristas es estar ahí. Vaya, que nosotros sepamos que ellos están ahí, al acecho, y que forman parte de nuestras vidas, del relajo, de la música, de las copas.

Los atentados de Niza, de París, de Londres, este de Manchester, responden al mismo patrón. Que no veamos nunca más a un camión solo como un medio de transporte de mercancías. Que no pisemos un festival o no salgamos a tomar el fresco sin que nos inunde la obsesión de vivir el último concierto o la última copa. El objetivo final del terrorismo no es la inmediatez del terror sino la posibilidad de su inminencia futura. El hecho de trastornar la percepción de la realidad hasta que lleguemos a la conclusión que cualquier acto, por nimio o frívolo que parezca, es un aventura arriesgada.

¿Qué pensará esta niña dentro de unos años cuando se vea en lo alto de las espaldas del joven que llama por teléfono para calmar a la familia? ¿Recordará las canciones de Ariana Grande? ¿El miedo y el frío? ¿Tendrá una mirada en la que todavía pervivirá el desconcierto?