Dos miradas

Estación del fracaso

No son jueces ni fiscales ni abogados los que deberían enfrentarse a un conflicto que remueve los sentimientos de millones de personas

La comitiva tras unas letras gigantes que forman la palabra 'Democràcia'.

La comitiva tras unas letras gigantes que forman la palabra 'Democràcia'. / ALBERT BERTRAN

EMMA RIVEROLA

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Hay estaciones que deberían borrarse de los mapas. Las vías no deberían conducir hacia su andén, porque tampoco el andén debería haberse construido. Sobran los carteles que la indican, la megafonía que la anuncia, las barreras que controlan la entrada de pasajeros, las puertas de salida. Hasta los bancos, sobran. Porque si no hay estación, no hay tren, ni gente que lo espera o que espera a los que viajan en él.

Se puede discutir sobre el viaje que algunos políticos independentistas han emprendido, subiéndose a un tren con una única dirección, sin posibilidad de cambios de trayecto ni de horarios. También se puede elucubrar sobre el papel de cada uno, si son maquinistas, revisores o pasajeros. Incluso de sus intenciones. ¿Un anhelo? ¿Un compromiso? ¿Una huida? Pero lo que no debería haber sucedido nunca es que un andén llamado Justicia sustituyera al de la Política.

No son jueces ni fiscales ni abogados los que deberían enfrentarse a un conflicto que remueve los sentimientos de millones de personas. No deberían ser las togas las que sustituyeran el diálogo, las conversaciones y los pactos que corresponden a los políticos. Para eso los votamos, para eso son nuestros representantes.

Hay estaciones que no son lugares de paso. Que no huelen a partida o llegada. Que no son tránsito ni reposo. Son, simplemente, estaciones de fracaso.