Aquella Barcelona libertaria
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Hubo un momento tras la muerte de Franco en el que Barcelona, que todavía buscaba un lugar al sol tras los cuarenta años de franquismo, volvió la mirada hacia su vieja tradición anarquista. Reverdecieron los lemas ('Dictadura, ni la del proletariado', fue uno de los más festejados), aparecieron revistas libertarias (especial mención merece 'Ajoblanco') y se reeditó la obra de Bakunin. Eran los años 70, tiempos en los que, tras la muerte del tirano, todo parecía posible.
La CNT, el histórico sindicato anarcosindicalista, mayoritario en la Barcelona de antes de la guerra, registró una importante crecida de afiliados. Los pañuelos negros empezaron a formar parte de la estética estudiantil, y en las asambleas se criticaba el postfranquismo pero también la falta de libertades en las repúblicas populares del este de Europa. En esa ciudad con sed de libertad, abierta y romántica, al histórico comunismo del PSUC parecía salirle un competidor potente en el movimiento ácrata.
En julio de 1977, es decir, hace exactamente cuarenta años, aquel espíritu cristalizó en las Jornadas Libertarias, que tuvieron como epicentro el parque Güell –cuando no era territorio de turistas– y el Saló Diana. Aquí se debatían las ponencias sesudas («Valoración de la práctica libertaria internacional desde 1936», «Crítica de la sociedad industrial y alternativas», entre otras). En el parque, en cambio, se dio rienda suelta a la parte más lúdica del movimiento, que no era poca.
Los organizadores hicieron un llamamiento, en un pasquín impagable, a que se evitaran «las súperextravagancias, pasadas salidas de madre y esnobismos rambleros», dado que el movimiento libertario era algo serio, llamado a cambiar la sociedad. Ni que decir tiene que la recomendación se cumplió solo parcialmente. Los porros y el amor libre no eran incompatibles con el canto de 'A las barricadas'.
Como un sueño
Aquel movimiento, utópico, hermoso, original y festivo, fue como un sueño. El despertar fue duro. Si el llamado 'desencanto' de finales de los 70 tuvo verdadero sentido fue para aquellos libertarios, idealistas y asilvestrados.
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